- «Como en 1962, el Ejecutivo había colocado unos misiles que desmontaban la independencia del poder Judicial y arrasaban la separación de poderes»
En el año de 1962, hace pues sesenta años, estábamos en plena guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En el mes de octubre los servicios de inteligencia americanos descubrieron que en Cuba se habían instalado plataformas de lanzamiento para misiles soviéticos R 12 y R 14, de alcance medio y cabeza nuclear, capaces de reducir a escombros las grandes metrópolis americanas. Allí empezó la crisis más grave de la postguerra europea. Kennedy ordenó el nivel 2 del código de defensa (DEFCON). Es cuando más cerca hemos estado de la guerra atómica.
Sólo cabían dos soluciones, la primera, que Rusia se retirara con el rabo entre las piernas, es decir, que se la envainara. Y es lo que hizo 15 días más tarde. La otra, que los EE UU ganaran una guerra nuclear, aunque ello significara la desaparición de buena parte del planeta. Por suerte, nunca se pudo comprobar, a pesar de ser la opción favorita de las élites militares americanas.
Yo era entonces un chaval, pero recuerdo perfectamente la atmósfera de muerte y fatalismo que se impuso en el mundo como en las películas de Bergman. Durante 15 días muchos pensaban que se iba a producir el choque, tantas veces aplazado, entre la URSS y los EEUU. El tiempo quedó detenido y nadie se ocupó de otra cosa más que de la meditación en las postrimerías.
«Los sanchistas son, hoy en día, amigos de Cuba y de Rusia, como hace 60 años»
Cuando esto escribo, ha pasado este país su pequeña, minúscula, crisis de los misiles bajo la forma de una guerra fría entre el Ejecutivo de Sánchez y el Tribunal Constitucional. Como en 1962, el Ejecutivo había colocado unos misiles que desmontaban la independencia del poder Judicial y arrasaban la separación de poderes que es la base misma de la democracia.
A un lado estaban los sanchistas y sus misiles situados, sobre todo, en territorio de Podemos e independentistas; al otro lado, la democracia liberal del PP y Ciudadanos. Es muy curioso: los sanchistas son, hoy en día, amigos de Cuba y de Rusia, exactamente como hace 60 años. Los así llamados progresistas no hay manera de que progresen. Los liberales sólo defendían su territorio, es decir, el cumplimiento de la ley que Sánchez se había saltado para colocar sus misiles, perdón, sus jueces en el Constitucional. Y encima, con una argumentación copiada de Puigdemont y Junqueras que viene a decir que el poder judicial ha de estar al servicio de la clase política.
El poder judicial reaccionó señalando la maniobra e impidiendo que se instalaran los jueces de Sánchez en sus plataformas. Hasta ahí la similitud con la crisis cubana. Hoy, cuando esto escribo, ya están los sanchistas buscando cómo volver a encadenar al poder Judicial para sus fines y nadie sabe qué barbaridad inventarán entre Sánchez, Rufián, Bildu y Podemos, la banda de los cuatro más chiflada desde la viuda de Mao y la Revolución Cultural. Habrá que esperar unos días.
Mientras tanto, felices Navidades por encima de todo.