¿Qué sabe usted de la reciente anulación de las elecciones rumanas?
Quizá le suene que hubo graves interferencias rusas en las elecciones y que eso acabó con la victoria de un candidato ultraderechista cercano a Moscú, lo que obligó al Tribunal Constitucional rumano a anular los comicios para evitar la caída del país en la órbita del régimen de Vladímir Putin.
Esa ha sido la versión oficial en España y por supuesto en Bruselas, donde el candidato ganador, Călin Georgescu, es visto como un nuevo Viktor Orbán.
Pero si ha profundizado usted un poco más en la noticia, quizá, sólo quizá, se haya extrañado por el hecho de que la única interferencia citada sea la de TikTok.
«Ataques híbridos rusos», se ha dicho.
O sea, TikTok.
Memes de TikTok.
Aparentemente, durante las dos semanas previas a las elecciones se detectó una avalancha de cuentas en TikTok que apoyaban al candidato ultraderechista rumano.
Y ahí tiene usted todos los elementos para formarse una opinión, si no experta, sí relativamente bien informada: elecciones, Moscú, injerencia, ultraderecha.
¿Cómo no anular unas elecciones democráticas frente a esas demoledoras pruebas?
🚨 BREAKING: Romania’s top constitutional court has annulled the country’s presidential election, after security services warned the vote had been distorted by a mass Russian influence campaign to favor a far-right candidate.
Full story: https://t.co/1pifdoIvnE pic.twitter.com/jyKd2NZKOl
— POLITICOEurope (@POLITICOEurope) December 6, 2024
Pero quizá, sólo quizá, se haya planteado usted, si es que conserva un gramo de escepticismo, si una campaña de cuentas falsas en TikTok, una red social mayoritariamente usada por adolescentes; una red de memes, y retos virales, y bailes histriónicos; es suficiente para anular unas elecciones democráticas en la UE.
A fin de cuentas, todos los partidos europeos, incluidos por supuesto los españoles, y entre ellos el PP y el PSOE, dedican ya una buena parte de su presupuesto electoral a campañas en redes sociales que utilizan de forma habitual cuentas falsas generadas con IA y cuya función es generar ruido y la sensación de un apoyo mayor al real.
Pero aquí nadie anula las elecciones por eso.
De momento.
Sobre todo porque, si aceptamos la tesis de que un meme de TikTok puede alterar el resultado de unas elecciones, ¿qué hacemos entonces con el CIS, con RTVE, con EFE o con los bulos propagados por el Gobierno y la prensa gubernamental, que cuentan con un presupuesto y un alcance mucho mayor que el de cualquier cuenta falsa de TikTok?
¿Eso no es amañar las elecciones, entonces?
¿Y qué hacemos con la injerencia rusa, esta sí real, en el procés catalán?
Si ha profundizado usted un poco más en el caso rumano, quizá se haya topado con algunos detalles llamativos.
Un primer detalle llamativo es que esta fue, por ejemplo, la primera vez desde la caída del comunismo en la que el partido socialista rumano, acosado hoy por varios escándalos de corrupción, no llegaba a la segunda vuelta de unas elecciones.
Interesante, ¿verdad? Primera vez que los socialistas rumanos se caen de la final.
Y primera vez que se anulan las elecciones rumanas.
Un segundo detalle interesante es que Călin Georgescu, el ganador de las elecciones, no es ni por asomo el principal candidato de la ultraderecha rumana.
El título le corresponde más bien a George Simion, líder de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR). Un candidato, por cierto, fuertemente apoyado por el socialismo rumano. ¿Por qué? Porque es un rival fácil de derrotar en una segunda vuelta, pero con una enorme capacidad para dañar al centroderecha.
Un Alvise, para que nos entendamos. Muy conveniente para Pedro Sánchez, pero no tanto para PP y Vox, pues divide el voto de derechas sin dañar en nada al PSOE.
Un tercer detalle interesante es que el Tribunal Constitucional ya había anulado la candidatura de una tercera opción ultraderechista, la de Diana Șoșoacă (observarán que en Rumanía, como en España, todo lo que no es socialismo es ultraderecha).
Candidatura anulada, con pretextos rocambolescos, con el apoyo de cinco jueces. Cuatro de los cuales habían sido nombrados [¿lo adivinan?] por el partido socialista rumano.
La verdadera historia del amaño de las elecciones rumanas la explica hoy Anton Shekhovtsov en EL ESPAÑOL.
Shekhovtsov es un politólogo rumano, profesor de la Universidad Centroeuropea de Austria, y experto en partidos y redes de ultraderecha en Europa.
Shekhovtsov es el autor del libro Los nuevos partidos de derecha radical en las democracias europeas (2011). Y aunque no haría falta mencionarlo, su simpatía por el Kremlin, Orbán o los satélites rusos en Europa del Este es nula.
Y aun así, su diagnóstico es demoledor.
Lo interesante es que, a medida que se lee su artículo, se identifican con facilidad los paralelismos de los partidos y los políticos rumanos con su contraparte española.
El partido socialista que ha ocupado todos los rincones de las instituciones rumanas, incluidos los medios de prensa, el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.
El turnismo entre el centroderecha y el socialismo, que ha conducido al anquilosamiento del escenario político rumano.
La corrupción socialista.
Los tacticismos del socialismo, que ha alimentado candidatos radicales utilitarios que no son rivales para ellos en unas elecciones, pero que restan votos a la derecha y que acaban generando con el tiempo monstruos electorales.
La calificación de «ultraderechista» para cualquiera a la derecha del socialismo, ya sea liberal, libertario, conservador, centroderechista, derechista, católico o verdaderamente ultraderechista. Todo es lo mismo. Ultraderecha. Fascismo. Nazi. Putin (Franco).
Y, finalmente, un plan del socialismo para dañar a su rival de centroderecha. Un plan que sale mal, que acaba con la victoria de un candidato antisistema cuyo único talento ha sido entender las campañas electorales modernas mejor que sus rivales, y que ha obligado a amañar las elecciones utilizando para ello al Tribunal Constitucional.
En cuanto a la excusa de las «injerencias» rusas, basta con pensar con la cabeza. Si Rusia pudiera ganar elecciones en terceros países sólo con memes de TikTok, el presidente del Gobierno en España sería, desde hace años, Pablo Iglesias.
O, mejor dicho, algún nacionalista catalán. Un federalista de piedra picada.
Porque eso es, por otro lado, lo que más puede desear Putin: una España federal y asimétrica. Balcanizada.
Justo lo que defiende… ¿quién? Piensen.
La pregunta, en fin, es cuánto tardaremos en ver algo similar a lo ocurrido en Rumanía en otros países de la UE.
El pretexto ya está cocinándose a fuego lento. Cuando los partidos tradicionales caigan frente al Trump, el Milei o la Meloni de turno, no reconocerán que se debe a su cobardía y a su incapacidad para coger por los cuernos el toro de la inmigración ilegal.
O a sus políticas energéticas mesiánicas y empobrecedoras.
O a un intervencionismo económico refractario al libre mercado y que está convirtiendo a la UE en un club de burócratas jubilados corruptos que sestean en la cuneta de la historia.
No.
Lo achacarán a que Putin ha publicado una docena de memes en TikTok ridiculizando a los partidos tradicionales. Buen pretexto. Absurdo, pero con la suficiente base real como para resultar digerible por las mentes más simples.
Y suficiente para anular el resultado de unas elecciones democráticas.
Pronto, muy pronto, en sus pantallas.