ESTO ya está dicho: vivimos una época protagonizada por políticos que han sido formados por las series de la televisión. Unos creen ser emancipadores de pueblos y rompedores de cadenas montados en un dragón –¿qué fue de los adultos?–. Otros, más terrenales, se conforman con creerse asesores del Ala Oeste que llegan para ponerse a conspirar en el Despacho Oval por la mañana llevando en la mano un café con leche de soja en vaso de cartón. Esto es tan así que ahora, en el parlamento, conoces a veces a gente que te dice que trabaja de speech-writer. Vale, Rob Lowe. A los fontaneros de Moncloa habrá que empezar a llamarlos plumbers o al menos plomeros como en el híbrido iberoamericano.
Pedro Sánchez, que hasta al Falcon ha logrado darle un empaque de Air Force One, vive rodeado de gente que intelectualmente funciona en términos de argumento para una serie. Guionistas que igual hasta arrastran la frustración de no haberlo sido en la HBO. Esto empezó a notarse cuando, hace ya mucho tiempo, Sánchez protagonizó en un mitin una aparición copiada de la escenografía americana: una enorme bandera tremolando detrás y, de la mano, la futura Primera Dama para consolidar el ticket familiar del cual la cultura española aún excluye a los hijos.
Desde que obtuvo el poder sin pasar por unas elecciones, por tanto más a la manera de Underwood que a la de Bartlet, a Pedro Sánchez se le nota el esfuerzo por retorcer España hasta que ésta se resigne a ser como aparece en el guión de su serie. No importa por cuántas elecciones haya que pasar para conseguirlo y cuán necesario se haga aleccionar y regañar a los votantes como si fueran actores de reparto incapaces de hacer lo único que se les pide en la trama: meter en la urna la puñetera papeleta correcta.
Si los personajes funcionan en contraposición a sus némesis, ¿cuáles son las de Sánchez? Franco, para empezar. Y la castiza ultraderecha del No pasarán, personaje, éste, que fue importante en la primera temporada, la de la Guerra Civil revivida, pero que los guionistas van a tener que matizar en la segunda temporada por si hay que elegir orcos buenos para pactar. El cambio más significativo para la próxima temporada es de casting y alude al actor que hace de joven líder de la extrema izquierda que pacta y no asusta al Ibex: despedido Iglesias, cuyo personaje no tenía más recorrido, el papel le ha sido concedido a Errejón.