Editorial, EL CORREO, 17/6/11
La subida de la prima de riesgo obliga a disipar las amenazas del mercado acelerando reformas y ajustes pendientes
Las dificultades de Grecia para hacer frente a las obligaciones derivadas de su rescate financiero -incluida su incapacidad política para que el Parlamento heleno apruebe cuanto antes el plan de ajuste que llevaba aparejado- y el hecho de que la UE haya retrasado al próximo 11 de julio la decisión sobre un segundo rescate ha provocado que la inquietud de los mercados se traslade a la prima de riesgo que venían soportando los países periféricos del euro, situando ayer la de España en 274 puntos básicos al cierre de la Bolsa. La situación es propicia para la efervescencia especulativa, especialmente si la economía internacional no ofrece mayores síntomas de crecimiento sostenido y las divergencias entre los países del euro ralentizan la toma de decisiones y acaban desdibujando el sentido de estas hasta restarles efectividad. Por ahora no se ha conseguido enderezar la crítica situación que padece Grecia, pero tampoco se ha podido cortar la línea de contagio que encadena a otras economías tanto por la debilidad que presentan Irlanda y Portugal, como por las dudas que suscitan España, Italia o la propia Bélgica. Es evidente que esto último depende sustancialmente de la credibilidad que alcancen las medidas de ajuste presupuestario y las reformas estructurales a acometer en cada país. El enunciado de los compromisos reformadores tras la primera crisis griega permitió a España apartarse del foco de sospecha. Pero un año después de que el Gobierno Zapatero anunciara los primeros recortes y tomara cartas en el asunto de la reforma laboral, no sería exagerado concluir que nuestra economía ha sufrido las inevitables consecuencias de los recortes de gasto e inversión sin que se haya beneficiado todavía de los cambios en el mercado de trabajo y en el sistema financiero. Tanto el riesgo de que las administraciones públicas no se muestren capaces de cumplir las obligaciones de contención del déficit contraídas por España, como las carencias que presentan las reformas emprendidas generan tal nivel de escepticismo que cada mala noticia dispara todas las alarmas. La advertencia de ayer fue demasiado seria como para que el Gobierno, por boca de la vicepresidenta Salgado, la ventile con que «tenemos que seguir nuestro plan».
Editorial, EL CORREO, 17/6/11