ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 16/10/16
· Mi liberada: Un desagrado recorre el mundo al comprobar en qué barro se libran las últimas batallas de la campaña electoral americana. El mundo siempre me sorprende, de ahí mi escandalosa juventud. ¡Como si la vida no fuera un ir y venir entre Don Juan y Dow Jones! Pero es que la campaña electoral americana es un capítulo importantísimo de una guerra cultural que tiene varios frentes. Ya hemos hablado muchas veces de uno de ellos, que es el lugar de la verdad en la política. Pero en este tórrido final de campaña coinciden otros dos: el frente de las mujeres y el de la hipocresía. La irrupción de Donald Trump ha impedido calibrar la gran noticia que puede y debe producirse este noviembre: la llegada de una mujer a la presidencia de los Estados Unidos de América.
Este acontecimiento no alcanzará los niveles de emotividad que tuvo la llegada de un negro (más o menos) al mismo lugar. Pero, a mi juicio, su potencia simbólica es mucho mayor. Hillary Clinton en la Casa Blanca culmina la larga marcha de las mujeres desde la cueva hasta la intemperie y regula con un rango ya definitivo su instalación en el mundo. Es irrelevante objetar que ya hay bastantes mujeres allí: Merkel, May o Lagarde, para ceñirse a la política contemporánea. Es verdad, pero comparadas con Clinton todas ellas son gobernadoras de provincias. Podrá objetarse también que Clinton, née Rodham, presidirá la gran nación al tiempo que millones de mujeres son humilladas en otros lugares del mundo. Es verdad, aunque en muchos de esos lugares siniestros las mujeres comparten con los hombres la primordial humillación de la dictadura, política o religiosa. Pero es que la llegada de Clinton al poder máximo de nuestro mundo deberá suponer un aliento inapreciable para la lucha específica de esas mujeres.
La posibilidad de una mujer Oval ha generado anticuerpos en la sociedad americana. El principal es Trump. Es una hipótesis indemostrable, o sea que ni vale la pena como hipótesis, pero tal vez Trump no habría sido candidato republicano sin esa mujer enfrente. Trump no es el rival de Clinton sino su némesis. No solo representa a los hombres que prescriben para las mujeres un lugar de sombra, sino también a muchas mujeres opacas que hacen lo mismo. Inevitablemente, en la configuración de la némesis ha hecho su explosiva aparición el sexo.
Trump no solo es el fascista americano que retrata la revista Letras Libres en su conclusiva portada de este mes. No solo es el hombre que encarna la post-truth, sino sobre todo la glacial indiferencia ante la verdad. No solo es la prueba de que hay vida extraterrestre, ¡y que no es como la esperábamos! Es, y ya por encima de todo, el macho que explota ante las romas facciones conventuales de Hillary. Lo que importa del vídeo robado no es el vulgar faroleo sexual. Ni la sospecha de que Trump sea un acosador de mujeres, esto es, un hombre humillado. Macho ni siquiera es sinónimo de viejo: lo decisivo es que sea símbolo de vejestorio.
Sin embargo, la efusión del sexo en campaña ha abierto también el flanco de la hipocresía y ése es el más peligroso para Hillary. Buena parte del argumentario populista frente a la socialdemocracia se basa en la doble faz. Es decir, los socialdemócratas hacen –mienten– lo mismo que la derecha, solo que bellamente. A ese flanco apuntan, por ejemplo, los correos robados por WikiLeaks a John Podesta, responsable de la campaña demócrata, y en cuyos márgenes aparece una candidata que dice una cosa en público y lo contrario en privado: a favor del libre comercio cuando no hay micrófonos e inquietantemente proteccionista cuando quiere detener la sangría de votos en Ohio.
Como era de esperar, Trump encaró la difusión de su vídeo sexual; lo tildó, con eficacia, de charlas de chicos en el vestuario y pasó al ataque. Y es que enfrente está la esposa de un hombre que fue objeto de una célebre felación mediante becaria en el despacho que tal vez acabe ocupando su esposa. ¿Cómo es posible que los estrategas demócratas se decidieran a echar sobre la mesa de juego el Sextrump? Comprendo que ya hartos de razones se decidieran a aceptar el marco emocional que prescribe el populismo. Y en este sentido el discurso de Michelle Obama, el jueves en New Hampshire, fue una obra maestra en la retórica de la convicción y puede que haga su camino. Sin embargo hay una amarga evidencia para la candidata: y es que el bocazas sexual que muestra el vídeo bien podría ser su propio marido. En este punto, y a diferencia de Mrs. Obama, no puede presentarle a Trump una alternativa cultural vigorosa. Hay algo muy sombrío para Clinton y para todos los socialdemócratas en este asunto.
Desde hace años el ex presidente se pasea por las campañas de su esposa y por la opinión pública norteamericana como un jesús sobre las aguas. Los indicios acerca de su conducta acosadora antes de llegar a la Casa Blanca son tanto o más perturbadores que los de Trump. Una vez allí está comprobado que tuvo varios encuentros sexuales con la señorita Monica Lewinsky, que trabajaba de becaria. Lo tremendo de esos encuentros no fue su carácter adúltero, aspecto que solo implica a tres ciudadanos de la gran nación americana. Lo que debería haber impedido levantar para siempre la cabeza a Bill Clinton fue la descripción que él hizo del carácter de esos encuentros. Forzado por la necesidad de evitar el impeachment por mentiroso, insistió en que no tuvo relaciones sexuales con Lewinsky (solo «una relación inapropiada»), porque, en su cabeza, una felación no es sexo. No le quito la razón: en las condiciones descritas, de becaria a presidente de los Estados Unidos de América y en el despacho Oval, una felación solo es poder y humillación. Muy excitantes, por supuesto. Puede que Trump haya dicho decenas de veces: «¡Y ahora tú me vas a chupar la polla!». Pero es que con el presidente Clinton fue dicho y hecho.
Me imagino al blanco empobrecido de Ohio. ¡Pero cómo se atreven a sacarle a Trump eso, ellos! Y me imagino luego a un improbable periodista al final del último debate preguntando a Hillary Clinton: Si cree que la nación no puede ser dirigida por un acosador sexual, ¿cómo es que ha seguido usted viviendo con uno?
Pero tiene que ganar.
Y tú debes seguir ciega tu camino.
ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 16/10/16