ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • España es el único país de la Unión Europea en cuyo Gobierno se sienta un partido cómplice de Putin

Ni todas las guerras son equiparables ni todos los ‘pacifismos’ obedecen a idénticas motivaciones. El quid de la cuestión radica en la circunstancia, que nos permite trasladarnos de la consigna hueca a lo concreto. Vayamos pues a los hechos. La durísima batalla librada por los ucranianos en defensa de su tierra no solo es necesaria para su propia supervivencia, sino indispensable en el empeño de salvar los principios fundamentales sobre los que se asienta la comunidad de naciones democráticas. No solo está revestida de dignidad, sino que encaja de lleno en el concepto de guerra justa o legítima, definido desde hace siglos por los más ilustres pensadores y recogido a día de hoy en el Derecho Internacional. No solo convierte en héroes y heroínas a quienes están protagonizando sobre el terreno la hazaña de plantar cara a sus agresores, a un precio altísimo en sangre, sufrimiento y ruina, sino que pone a prueba las convicciones de quienes, desde fuera, sufrimos mínimas molestias derivadas de ese conflicto. No solo confirma que Putin es un tirano imbuido de la violencia aprendida en el KGB y culpable de ordenar ataques despiadados contra población civil, sino que retrata como cómplices de sus matanzas a quienes las justifican abiertamente y a esos otros emboscados, disfrazados de pacifistas, partidarios de las «soluciones diplomáticas» en un escenario donde el invasor no se conforma con menos que la rendición del invadido. En España, Podemos, ERC y demás independentistas, socios de Pedro Sánchez.

Desconozco si los de Belarra y Rufián reciben alguna contrapartida del dictador moscovita por oponerse al envío de los tanques solicitados por Zelenski a fin de poder repeler una nueva ofensiva rusa. Si así fuera, su negativa a prestar auxilio a las víctimas de este gigantesco crimen al menos tendría un sentido. Porque su discurso de «parar la guerra por otras vías» resulta tan falsario, tan hipócrita, tan miserable, que no convence ni a los suyos, como reflejan las encuestas al augurar el hundimiento de los morados en las elecciones. ¿Acaso ha formulado el agresor alguna propuesta de paz que no pase por adueñarse de buena parte de Ucrania y expulsar del poder al presidente democráticamente elegido? ¿Dirían lo mismo esos ‘pacifistas’ de pacotilla si Estados Unidos decidiera conquistar México y lanzara una ofensiva feroz contra su vecino, desplegando para ello su formidable arsenal? Porque exactamente eso es lo que ha hecho Rusia, pensando que la presa escogida capitularía a las primeras de cambio. No contaba con la valentía de un pueblo determinado a preservar la integridad de su patria y su libertad, ni con la solidaridad de EE.UU, Reino Unido y La Unión Europea, que, aunque tarde, parece estar dando la talla. España es el único país de ese grupo en cuyo gobierno se sienta un partido amigo de Putin. Una humillación infamante que recordará la Historia.