Ahora resulta que Mónica García, a la sazón ministra de sanidad, médica y madre, ha tenido una ocurrencia – no cabe otra manera de calificarla – para mejorar la atención médica a los españoles. Trátase de incluir en el historial clínico de cada uno el nivel de renta y si llega a final de mes. Ahí es nada. Ella, que vive muchísimo más tranquila desde que no ha de aguantar las palizas dialécticas que le propinaba Ayuso cada jueves en la Asamblea de Madrid, asegura que eso se hace para “generar registros que permitan conocer los condicionantes sociales y de contexto familiar que in fluyen en la salud de la población”.
¡Ay, pero que pillina que es usted, ministra, mi Moneypenny, mi Marimoni, mi ex sparring ayusil! Puede decir misa o, en su caso, cantar la Internacional en vietnamita, pero a los viejos aficionados no se nos escapa el motivo subyacente de esta sapiente medida izquierdista, obrera, de clase y proletaria. Aquí de lo que se trata es ver si quien acude, un suponer, al médico de su ambulatorio porque le duele el astrágalo tiene parné en su cuenta corriente o es un pringadillo, y atender sólo a estos últimos. Los ricos, a la privada y que dejen de colapsar la pública, que está para obreros del metal, parturientas feministas de Montero y muchos, muchos que han venido de fuera y se cuelan, chillan a las enfermeras, al médico, al conserje y a ti si les pides un poco de urbanidad.
El problema es saber quién es rico y quién no para que esa discriminación sea justa. Yo propongo añadir junto a la declaración de la renta, que al final no significa tanto teniendo a Venezuela, Nicaragua, Panamá, Cuba o la República Dominicana como amiguetes, añadir un certificado de voto a la izquierda. Para eso, en las diferentes elecciones se comisionan a militantes del partido sin sospecha de duda que, previa exhibición de la papeleta, certificarán que él, la o le votante ha apoyado a la izquierda manumisora. Y ya con ese certificado en el bolsillo, así sí, el galeno te puede visitar con la conciencia tranquila, sabiendo que mereces toda la atención del mundo. Esto lo digo porque ignoro lo que le sale a usted en la renta, o al resto de comunistas, socialistas, separatistas y bilduetarras, pero sólo con la pasta que se llevan por ocupar sus cargos me da a mí que obreros, lo que se dice obreros, no sois.
¿Qué un albañil es de VOX y gana anualmente veinte mil pavos? Pues nada, caña al mono hasta que aprenda ‘El Capital’, se le deniega la consulta y a declararlo ricachón y facha
Convendremos, Mariministra, que sería injusto que se le negase la asistencia a cualquiera de su partido simplemente por levantarse noventa mil papeles al año o más. ¿Qué un albañil es de VOX y gana anualmente veinte mil pavos? Pues nada, caña al mono hasta que aprenda El Capital, se le deniega la consulta y a declararlo ricachón y facha. ¿Un pequeño empresario que vote al PP? Lo mismo de lo mismo de más de more de beaucoup. A lo sumo, un tubo de aspirinas y va que chuta. Y si hay que operarse, se les facilita un folleto, la dirección de una buena tienda de utensilios médicos y que se operen ellos solitos en su casa. Faltaría más.
Los recursos del estado no están para ser dilapidados con gente que no tiene una foto del Che, Stalin o Fidel en su casa y, en cambio, se muestran orgullosos de exponer a las visitas una Virgen del Pilar, un Cristo de Lepanto o una Santa Cena. ¡Palo y más palo a esos que si no son ricos es porque no pueden! La riqueza, como la medicina pública, para quien se la trabaja. Y ahí va mi modesta aportación al asunto: cada paciente deberá cantar antes de ser visitado esta variante del himno “Hijos del pueblo” que diría algo así como “Hijo de Sánchez te oprimen recetas y esta injusticia no puede seguir, si tu salud es un mundo de penas, aquí la Moni te hará revivir”.