Isabel San Sebastián-ABC

  • Resulta sumamente irritante la utilización que la izquierda hace de las mujeres arrogándose su representación

La ministra de Igualdad, Irene Montero, licenciada en Psicología y titular de un máster en el viejo arte de escalar profesionalmente aprovechando la intimidad con el jefe, está empeñada en aprobar contra viento y marea un engendro jurídico denominado ‘Ley de Libertad Sexual’, popularmente conocido como ‘ley del solo sí es sí’. De algún modo hay que justificar el sueldazo de 80.000 euros, los 451 millones que tiene asignados su ministerio en los Presupuestos del Estado, las asesoras a cargo del contribuyente que celebran su cumpleaños con una ‘fiesta sorpresa’ en el despacho, y la niñera pagada con dinero público.

Sostiene Montero, madre de los hijos de Iglesias, que todo lo que no sea decir ‘sí’ antes de una relación sexual, por parte de la mujer, equivale a un ‘no’, llegado el caso. A toro pasado, si ella acusa a la otra parte contratante de haberla agredido sexualmente, aduciendo que en realidad no deseaba hacer lo que hizo, su palabra prevalecerá automáticamente sobre la del varón, despojado de la presunción de inocencia y obligado a demostrar la falsedad de tal acusación. Esta inversión de la carga de la prueba, muy del gusto de la Inquisición y que en Derecho se considera un sindiós, ya está en vigor en la ley contra la Violencia de Género, claramente discriminatoria contra los hombres y que, por añadidura, no ha servido para reducir la vergonzosa cifra de víctimas que acumula cada año esta lacra. La propuesta de la ministra podemita agrava esa desigualdad flagrante e incide en esa ‘idea’ de la que ha hecho bandera el mal llamado ‘feminismo’, según la cual las mujeres nacemos víctimas en razón de nuestro ‘género’, estamos indefensas ante unos bárbaros heteropatriarcales empeñados en violarnos o matarnos, y necesitamos de una protección especial por parte de las instituciones, dada nuestra debilidad intrínseca. Una ‘idea’, si es que puede emplearse tal término para denominar semejante disparate, ante la cual una mujer como yo, que peina canas y mima nietas sin haber dejado de trabajar nunca ni haberse casado con nadie, ni literal ni metafóricamente, se rebela con todas sus fuerzas.

Resulta sumamente irritante la utilización que la izquierda más o menos extrema hace de las mujeres, arrogándose una representación exclusiva a todas luces ilegítima. Pero incluso dentro de ese espectro ideológico tan dado al colectivismo en detrimento de la libertad individual, lo de Montero sobrepasa todos los límites. Tanto, que el CGPJ en pleno ha rechazado el texto por unanimidad, aduciendo que es innecesario, injusto y potencialmente contraproducente. Hasta Carmen Calvo y Margarita Robles se han mostrado críticas, después de que el titular de Justicia fuese tildado de ‘machista retrógrado’ por señalar las lagunas oceánicas que presentaba el borrador inicial. Claro que ninguna de esas objeciones hace mella en doña Irene, empecinada en imponer su aberración legislativa: ‘Sí es lo que yo diga, o a Pablo que vais’.