LUIS VENTOSO – ABC – 17/0/16
· ¿Qué más le hará Daesh a Occidente hasta que reaccione?
Ahora comienzan a componerse retazos de las 84 vidas aniquiladas en Niza. Conocemos, por ejemplo, a Sean Copeland, un cuarentón de Austin (Texas). Sus últimas fotos junto a su hijo Brodie, de 11 años, son como una amable caricatura del estadounidense tipo: confiados y noblotes, con sus gorras de béisbol, sus camisetas a lo GAP y sus sonrisas anchas. Dejaron a la familia en América y se vinieron mano a mano, padre e hijo, en un viaje iniciático por Europa. Primero los sanfermines, después las hermosuras de Barcelona y por fin, un poco de relajo playero en Niza, donde todo acabó.
Sean trabajaba en una empresa informática, pero su pasión era el baloncesto. Brodie, su hijo, jugaba en su equipillo. Sus vidas se han terminado por nada y para nada. Por una rabia nihilista y medieval, cebada por el integrismo religioso –azuzado en origen por las plutocracias petroleras árabes– y que se propaga por los arrabales de Europa a lomos de las redes sociales de empresas estadounidenses.
Michael Coviaux, de Grenoble, se siente «vacío, como si me hubiesen arrancado el corazón». A su niño, Yannis, le encantaba esa playa. La espantosa acometida del camión dividió a la familia en dos grupos. El padre quedó a un lado («me pasó a diez centímetros») y Yannis al otro, con sus amigos. Cuando Michael se recompuso vio lo que nunca habría querido ver. Yannis es uno de los diez niños muertos, como Killan, tunecino de 4 años, o dos pequeños argelinos.
Rusos y estadounidenses. Cristianos y musulmanes. Hombres, mujeres, niños. Un matrimonio de ancianos argelinos de 87 y 82 años, que visitaban a su hija. Violencia ciega; cuanta más, mejor. Si logran hacerse con una bomba radiactiva casera, la llamada «bomba pobre», la detonarán en cualquiera de nuestras ciudades. Sin pestañear.
Sí, fueron ellos. Daesh ya se ha ufanado del alarde genocida del camión. ¿Y qué hacemos para defendernos? De verdad, casi nada. Algunos policías más en las calles, apelar a nuestros grandes valores –que no protegemos– y componer discursos emotivos sin ningún efecto práctico (Hollande eso lo borda).
Me parece execrable que Bush y Blair utilizasen pruebas falsas para derrocar a Sadam Husein. Pero admito que al menos entendían que cuando vienen a por ti toca protegerse. Aunque sus procedimientos fueron incorrectos, tenían la voluntad firme de garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Sincérese consigo mismo: ¿le gustaría que la seguridad de sus hijos estuviese en manos de Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Jeremy Corbyn?
Haber permitido que florezca un Estado terrorista a menos de tres horas de avión de Roma es un terrible síntoma de la decadencia de Occidente y su nula presencia de ánimo. El problema del terrorismo islamista va mucho más allá de Daesh, por supuesto, porque tenemos el virus en casa, es ya nuestro: estos asesinos musulmanes son ciudadanos europeos. Pero Daesh opera como un logo luminoso, que marca un rumbo a chacales y psicópatas que nos sumen en el luto y la perplejidad.
El país de Napoleón se defiende ahora con lágrimas, poemas y flores. Resulta hermoso y emotivo. El problema es si funciona.
El sol calienta en Niza. Pero hace frío.