- El regionalismo cordial asumido por el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo es un ejemplo de política autonomista que respeta la identidad de cada región, pero también un discurso peligroso si asume los términos del antiespañolismo nacionalista.
Porque Galicia, es cierto, tiene todos los elementos que en el País Vasco y Cataluña se consideran necesarios y suficientes para que los nacionalistas de estas dos comunidades se consideren nación.
Esa galleguidad, reivindicada por Feijóo con toda razón y todo derecho, le ha llevado, sin embargo, a adoptar términos propios de lo que en el País Vasco y Cataluña sus nacionalistas respectivos entienden por nación.
Y así es como aparecen en algún que otro vídeo, rebotado hoy a placer en redes sociales, que ofrece un flanco muy fácilmente criticable fuera de esas comunidades del norte de España.
Y no solamente eso, sino que el presidente del PP y alguno que otro de sus más cercanos colaboradores, como Elías Bendodo, demuestran que no han madurado demasiado su posición en este punto crucial de su mensaje político. O que, si lo han hecho, han llegado a conclusiones preocupantes.
Cuando reivindican para Galicia los caracteres nacionales que los nacionalistas vascos y catalanes entienden como propios de sus respectivas comunidades autónomas están emitiendo un mensaje potente, porque demuestran que se puede y se debe cultivar y engrandecer la identidad propia de su comunidad con el refrendo de la mayoría absoluta de sus conciudadanos sin por ello poner en duda su lealtad al resto de España.
«El principio de la ideología del nacionalismo es el antiespañolismo, y, precisamente por ello, un dirigente de un partido como el PP tendría que tenerlo absolutamente claro»
Pero cuando de ahí pasan a definir España como un Estado plurinacional (para, si se sienten presionados en contra, rechazar luego esa expresión), entonces es que algo falla gravemente en los fundamentos con los que piensan la estructura política y territorial de nuestro país. Porque se nota que van forzados y que les resulta incómodo decir que España es una nación.
Es cierto que los nacionalismos vasco y catalán nos han estado triturando desde la Transición con su mensaje negador de la condición nacional de España. Para ellos, la idea de una nación española choca directamente con su concepción estrecha de lo vasco y lo catalán. Porque el principio conformador de su ideología es, sobre todo y ante todo, el antiespañolismo.
Pero, precisamente por ello, un dirigente nacional de un partido como el PP tendría que tener eso absolutamente claro desde el principio. Y tenerlo que recordar ahora resulta un tanto cansino y hasta frustrante, por no decir decepcionante.
El propio Bendodo, cuando quiere rectificar sus primeras declaraciones al respecto, lo pone incluso peor. Porque cuando dice que «España es una nación indisoluble de diecisiete autonomías con identidades propias» nos está llevando a un escenario donde se vuelve a notar el principio estructurante del que parte Alberto Núñez Feijóo.
Para el PP gallego, con Feijóo a la cabeza, la idea está muy clara. Ocho mayorías absolutas y una relativa durante la historia constitucional de Galicia significa que esta región tiene una identidad contrastada que nadie puede cuestionar y que el PP ha sabido reflejar y vehiculizar perfectamente.
Pero hagamos la traslación de esa idea al País Vasco y Cataluña. Si yo le oigo a un dirigente nacional del PP decir que el País Vasco, donde vivo, tiene una identidad propia, automáticamente pienso que ese señor considera que mi identidad es la misma que la de un Joseba Egibar o un Arnaldo Otegi, y entonces yo no tengo nada que ver con un partido que tiene un dirigente que dice cosas así. No lo puedo aceptar de ninguna de las maneras.
Quizás en Andalucía haya una identidad así, con rasgos menos caracterizadores a lo mejor que la gallega, no lo sé, pero sí equiparables en muchos aspectos. O en Asturias, o en Valencia, o en Extremadura. O en cualquier otra comunidad autónoma española. En cualquiera menos en el País Vasco y Cataluña.
«No se puede compartir terminología política con los nacionalistas porque sitúan en pie de igualdad el carácter nacional de España con el de sus comunidades autónomas»
Dicho de otro modo, lo que caracteriza al País Vasco y Cataluña fundamentalmente es que padecen una brecha identitaria en su seno. Sus nacionalismos respectivos son absorbentes y totalizadores, y nos transmiten a todos los españoles, con su petición de reconocimiento nacional, una idea homogeneizadora que una mitad al menos de los que viven en Cataluña y no sé cuántos, pero también una parte significativa, de los que vivimos en el País Vasco no podemos aceptar de ninguna de las maneras.
Porque eso son palabras mayores. Estamos hablando de que en el País Vasco y en Cataluña hay personas, muchas, a las que se ha inculcado, incluso siendo originarias de cualquier otra región española, que España no es una nación y que la única nación posible para ellos es Euskadi o Cataluña.
Esa es la cuestión que tenemos que tener presente en este tema del nacionalismo. Por favor, no generemos en los nacionalistas, con este tipo de declaraciones, falsas expectativas.
Feijóo, por ejemplo, tiene una relación cordial con el lehendakari Iñigo Urkullu. Incluso han coordinado las últimas convocatorias electorales.
Pero de ahí a compartir una misma terminología política tendría que ir un abismo. Al nacionalismo vasco y catalán hay que combatirlo desde el principio y desde la raíz. No se puede compartir terminología política con ellos porque su única ambición es situar, en pie de igualdad, el carácter nacional de España con el de sus respectivas comunidades autónomas.
Esta debería ser una premisa irrenunciable para un partido como el PP. Porque, si no, está dando bazas a otras opciones que no nombraré, pero que han surgido, precisamente, por esto.
Por no poner, desde hace tiempo, pie en pared ante las ínfulas nacionalistas vascas y catalanas.