Antonio Casado-El Confidencial
- La «Europa de las naciones» es una desestabilizadora propuesta de Marine Le Pen, muy del gusto de Vladímir Putin
Sin sorpresas en cuanto a los dos finalistas que estaban cantados. Aunque la baja participación alimentó a última hora la hipótesis del empate técnico en la primera vuelta de las elecciones francesas (se suponía que la abstención beneficiaría a Le Pen), nadie maneja ninguna hipótesis distinta a la de la continuidad de Macron como presidente cuando, como ocurrió en 2017, gane a la candidata ultraderechista en segunda vuelta (domingo 24 de abril).
Mejor así. De lo contrario, planearía una sombra negra sobre la UE por impulso de sus desestabilizadoras propuestas sobre la «Europa de las naciones». «Lo único que la salvará del colapso», dice, muy al gusto de Putin. Sería continuar la guerra de Ucrania por otros medios.
También para España, tan necesitada del arropamiento europeo, sería mala noticia una Francia confiscada por la «prioridad nacional» que Le Pen quiere proponer en referéndum a los franceses, a imagen y semejanza del trumpista ‘America, first’. Y además mejoraría la cotización electoral de Vox, cosa que no nos hace ninguna falta.
Pero no tengo la menor intención de blanquear ese modelo, el de una Francia en manos de la ultranacionalista euroescéptica, xenófoba y racista que utiliza el empobrecimiento de la clase media para medrar en las urnas. Espero y deseo que el voto de castigo a los gobiernos centro-liberales de Macron por el malestar social se haya agotado en la primera vuelta.
Para España, necesitada del arropamiento europeo, sería mala noticia la Francia como «prioridad nacional» que pretende Le Pen
No es imaginable que en la segunda los decisivos votos de la izquierda (Mélenchon y Anne Hidalgo, básicamente), incluso los de la ‘republicana’ Pécresse, vayan a parar al populismo ultraderechista de Le Pen.
Por tanto, me remito al generalizado parecer de los analistas, que dan por hecho el triunfo de Emmanuel Macron en la final del domingo día 24 frente a Le Pen, como lo mejor que le puede pasar en estos momentos a la Europa encogida por el Brexit, la pandemia y la guerra de Ucrania. Y a la España atenazada por la espiral inflacionista y la inestabilidad política.
El propio Macron ha hecho una campaña perezosa (sería mejor hablar de una ‘no campaña’). Un solo mitin en París el 2 de abril y algunas aproximaciones en distancia corta al ciudadano. Pero sin rebajarse a debatir con los otros aspirantes, algo difícil de entender en una campaña electoral española.
Tan seguro ha estado Macron de su victoria en primera vuelta —y sigue estando de cara a la segunda—, que le ha parecido suficiente con pasear su perfil institucional y ejercer de presidente semestral de la UE (enero-junio 2022) pregonando el paso de una Europa solidaria puertas adentro a «una Europa poderosa en el mundo, plenamente soberana y dueña de su destino».
Una victoria de Macron es lo mejor que le puede pasar a una Europa encogida por el Brexit, la pandemia y la guerra de Putin
No es un mal banderín de enganche para españoles, sabedores de que su futuro económico depende de la ayuda europea. Podremos dormir más tranquilos si el corazón de la UE sigue latiendo al ritmo acompasado de franceses y alemanes, por una Europa más fuerte, incluso en el plano militar, y menos dependiente de Rusia en materia energética.
Esa es la redoblada convicción en París y Berlín, visto lo visto en Ucrania, que, dicho sea de paso, ha marcado la primera vuelta de los comicios presidenciales en Francia. A veces, en función de las pasadas relaciones de cada candidato con Putin. Desde las de carácter económico, como los préstamos económicos de un banco ruso a Marine Le Pen (Reagrupación Nacional), hasta al puro ensalzamiento, como es el caso de Éric Zemmour, que declaró su admiración por el autócrata ruso.
Por lo demás, se consolida la deriva personalista de la política francesa. Son los nombres y no las ideas quienes reinan en el escenario. A los españoles les zumba en los oídos esa moraleja, justo cuando Pedro Sánchez se empeña en seguir ejerciendo de presidente a título personal.