En el alambicado comunicado de este jueves en el que Íñigo Errejón anunció su dimisión, el diputado reconoció tácitamente la veracidad de las acusaciones de maltrato psicológico y violencia machista que se han vertido estos días contra él. Y añadió que espera que su renuncia sirva para «contribuir a reparar» sus «errores».
Pero que Errejón abandone sus cargos no basta para depurar todas las responsabilidades políticas derivadas de sus aparentes comportamientos machistas, que se han sustanciado en la denuncia por delitos sexuales presentada por la actriz Elisa Mouliaá ante la Policía Nacional.
Las responsabilidades han de hacerse extensivas a todos aquellos que en Podemos, Más Madrid y Sumar o lo encubrieron, o por lo menos miraron para otro lado.
En primer lugar porque, como ha relatado EL ESPAÑOL, Podemos y Sumar tenían constancia de «acusaciones de varias mujeres» desde, por lo menos, 2018.
En segundo lugar, porque las informaciones que han trascendido sobre la apertura por Sumar de una investigación interna este martes contrasta con la imagen de Yolanda Díaz e Íñigo Errejón ese mismo día en el Congreso de los Diputados, en la que se ve a ambos charlando animada y afectuosamente.
En tercer lugar, porque ya en 2023 una joven aireó un testimonio anónimo en redes de un tenor similar al que recabó este martes Cristina Fallarás, denunciando tocamientos no deseados por parte del diputado.
De conformidad con el discurso feminista de Sumar, que preconiza dar credibilidad a cualquier testimonio de violencia sexual, su formación debió abrir en ese mismo momento una investigación interna, y no esperar hasta que el escándalo estallase para hacerlo.
En lugar de ello, la diputada autonómica de Más Madrid Loreto Arenillas trató de encubrir el episodio de presunta agresión mediando a título personal con la víctima.
Como procede, Más Madrid la ha cesado este viernes. Pero, al mismo tiempo, el partido reconoce que «dimos por cerrado el caso» en una «actuación completamente insuficiente», por lo que «asumimos la responsabilidad».
¿Y en qué se concreta esta asunción, además de en forzar la dimisión de Arenillas? Si la propia Mónica García admitió que «desgraciadamente no hemos sabido hacer lo suficiente», el reconocimiento de la culpa habrá de acompañarse de una reparación.
Y es que hasta entonces aún se podía aducir, como han hecho algunos líderes de Sumar, que a Errejón lo acompañaba una turbia nube de rumorología, aunque no «con la gravedad» con que se ha demostrado esta semana. Pero toda vez que su partido tuvo conocimiento de la denuncia de Castellón, no hacía falta esperar hasta este miércoles para que Errejón confirmase a su partido los «comportamientos machistas» que se le imputan.
Si sólo ahora se le ha abierto un «proceso», de cuya celeridad además presumen, significa que callaron para evitar el coste reputacional que tendría para ellos la revelación.
Pero la exigencia de responsabilidades tampoco puede acabar en Más Madrid. Porque los correligionarios de Errejón no sólo no investigaron las acusaciones que pesaban sobre él, sino que le promocionaron nombrándole portavoz de Sumar el pasado enero.
En esos días le avisaron de que debía «controlar su vida personal». Lo cual demuestra que la «costernación» que ha afectado Sumar al trascender las nuevas denuncias contra Errejón era una pura pantomima, porque estaban al tanto de la oscura doble vida del diputado. Una circunstancia que, por cierto, recuerda a la protagonizada por Pedro Sánchez con Ábalos tras las elecciones de 2023, cuando le amonestó porque «Koldo no te hace ningún bien».
En uno y otro caso parece evidente que los dirigentes no quisieron ver la podredumbre que crecía a su alrededor. Pero quienes miraron para otro lado también son responsables por ello.