Miquel Giménez-Vozpópuli

Ante la terrible agresión sufrida por Israel a manos de los terroristas de Hamás y las crueles imágenes de chicas medio desnudas, asesinadas tras ser vejadas y torturadas, nadie puede quedarse al margen. O con quien viola o con quien es violado, o con quien jura no cejar hasta que el último judío se ahogue en el mar o con la única democracia en aquella parte del planeta. Y yo estoy abierta, desesperada, totalmente con Israel, con nuestros hermanos, con ese pueblo que de los desiertos ha hecho vergeles y que tiene su cuerpo lacerado por las terribles cicatrices que le ha infligido la historia. ¿Han visitado ustedes alguna vez en Israel el Yad Vashem? Es el Centro Mundial de conmemoración de la Shoah, del Holocausto. ¿Han visitado viajando por Europa el terrible campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia, o el de Dachau, muy cerquita de esa alborotada y alegre ciudad alemana que es Múnich? Háganlo. Y piensen que la palabra hebrea Shoah se traduce en español como catástrofe, que fue el triunfo del demoníaco sistema nazi, el que asesinó a millones de judíos pero también de gitanos, de eslavos, de comunistas, de sacerdotes, de masones, de alemanes incluso. Y recuerden que ellos morían bajo torturas inimaginables, el Gran Muftí de Jerusalén, líder del Islam en aquellos años, era recibido en Berlín por el Führer con honores de jefe de estado llegándose a crear una división musulmana SS, la 13 de montaña, denominada Handschar. Sepan que regímenes árabes contrataron a técnicos nazis alemanes para sus programas de cohetes contra Israel, que Nasser tuvo como consejero militar al standartenführer Raulic Mile y que fue financiado por el nazi suizo François Genoud, mientras el ejército egipcio desfilaba al son Ich hatt’ einen Kameraden.

Sepan que regímenes árabes contrataron a técnicos nazis alemanes para sus programas de cohetes contra Israel

La izquierda, tan antisemita como el nazismo, no dirá nada de esto, pero el programa del partido Baas al que perteneció Saddam Hussein estaba copiado al pie de la letra del programa del NSDAP, el partido nazi. Y el terrorismo árabe sigue la misma dirección que sus predecesores: aniquilación del pueblo de Israel. ¿Qué hacen nuestros hermanos, que lo son, puesto que Sefarad no es un invento de hoy y en muchas casas hebreas se habla todavía el dulce esbaniul ladino y se conserva como oro en paño la llave o una bisagra de las casas que tuvieron que abandonar por la malhadada expulsión que decretaron los Reyes Católicos? Se defienden. Con ferocidad, poque esta es una guerra milenaria que muchos se empeñan en proseguir hasta que no quede ni un solo judío en la tierra.

Ante tamaña abominación debo repetirlo: estoy con Israel. Sé que muchos lectores comparten esta idea y quiero que sepan que no estamos solos

Las grandes potencias occidentales también lo están, menos el infame gobierno sanchista que está más ocupado en frenar ruedas de prensa de la vicepresidenta Díaz porque iba a decir barbaridades. Estamos, pues, en el lado correcto de la historia, haciendo nuestras las palabras del estadista Lloyd George cuando afirmó que de todos los fanatismos que embrutecen el alma humana no hay ninguno más estúpido que el antisemitismo. Hay quien defiende que el pueblo de Israel no tiene derecho a vivir y, por tanto, tampoco lo tiene a defenderse. A esos que se creen muy progresistas, pero en el fondo comparten el odio hitleriano, decirles lo que Shakespeare escribió en el célebre monólogo que el judío Shylock pronuncia en la obra “El Mercader de Venecia”: “¿Acaso el judío no tiene ojos, manos, órganos, alma, sentidos o pasiones?… Si le hieren ¿no sangra? Si le hacen cosquillas ¿no se ríe? Si le envenenan ¿no se muere? Y si le ofenden ¿no ha de vengarse?”.

Eretz Yisra’el. Nekam Adonai.