Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Si el Gobierno quiere solucionar de verdad los graves problemas que plantea el actual sistema de financiación autonómica tiene que olvidarse de los parches y acometer su reforma de manera integral. Una reforma que, por cierto, llega con una década de retraso. Si de verdad quiere que la solución sea consensuada entre todas ellas, para que sea pacíficamente aceptada y en consecuencia longeva, debe abandonar su molesta costumbre de negociarla tan solo con los partidos independentistas y debatirla en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Los acuerdos bilaterales son nocivos, a veces injustos y siempre discriminatorios. El acuerdo, o es multilateral o no podrá ser ni pacífico ni duradero.

Si el Gobierno quiere también que el acuerdo sea neutral y no discrimine a nadie, tiene que trabajar más el mecanismo de asignación de recursos y hacerlo transparente. El calificativo que le adjudicó el vicepresidente Solbes de ‘sudoku’ no es ni exagerado ni erróneo. Los tamaños relativos de las comunidades, las diferencias de desarrollo, el distinto reparto competencial, y la poco homogénea situación demográfica justifica la dificultad del acuerdo, que parte ya del hándicap de su excesivo número. España no necesita 17 comunidades autónomas que no responden a ninguna exigencia económica o social. Ni son necesarias ni, vistos los resultados, son convenientes. Pero, el que sea difícil de alcanzar un acuerdo, no justifica el que no se alcance. Diez años de retraso en los compromisos de reforma solo pueden ser consecuencia de la desidia gubernamental y de la permanente elusión de responsabilidades. Dos quejas que podemos atribuir a todos los partidos que han ocupado el Gobierno central desde el inicio de la democracia. Es decir, al PSOE y al PP.

Empezar la solución multilateral, con la pretensión de imponer un acuerdo bilateral y hacerlo justo en el momento en que el PSOE necesita los votos de los independentistas para mantenerse en el Gobierno solo tiene una interpretación y no es nada complaciente con el PSOE. Pretender, de paso, chantajear al PP poniéndole frente al dilema de beneficiar a sus comunidades -aunque eso suponga olvidarse de los perjuicios que cause al Presupuesto del Estado, al de todos-, a cambio de aprobar lo que no quiere aprobar es una maniobra de trileros que nunca podrá ocultar la verdadera razón particular y egoísta del movimiento.

Hacerlo mediante un sistema que prima a las CC AA que han sido menos cuidadosas con los dineros administrados y han inflado más sus deudas es la mejor manera de incentivar los despilfarros y aumentar el riesgo moral de su generalización. De la misma manera que primar a quienes más hayan subido los impuestos es gobernar con las tripas, las obsesiones y los dogmas y pisotear cualquier intento de racionalizar el gasto y promover su eficacia. La propuesta que se ha debatió ayer es tramposa, injusta, perjudicial, burdamente interesada y no traerá la paz al sistema.

Y Junts propone que se le condone a Cataluña el total de la deuda y su frontal oposición a que todas las CC AA disfruten de esa ventaja. ¿Estamos locos? Sí, estamos todos locos y ya sabe que cuando todo el mundo se vuelve loco, permanecer cuerdo, es una locura… Queda avisado.