- Ni Sánchez hubiera retirado la moción de censura ni el PNV hubiera apoyado a otro candidato del PP. Tenemos que agradecerle a Santos Cerdán que, por fin, haya dado carpetazo a este entuerto
La posible dimisión de Rajoy durante aquella moción de censura, que ahora se ha puesto tan de moda, ha sido uno de los lamentos y malentendidos recurrentes de buena parte de la derecha española. Unos lo han hecho con intención, siempre han sido alérgicos al estilo político del gallego y así le han pretendido culpar de la pérdida del poder. Otros se lo creyeron de buena fe porque nunca se tomaron el trabajo de echar las cuentas de aquella situación parlamentaria y no son pocos quienes dieron pábulo al equívoco porque se creyeron las mentiras de sus adversarios políticos. Ni Sánchez hubiera retirado la moción si Rajoy hubiera dimitido ni el PNV hubiera apoyado a ningún otro candidato del PP. Tenemos que agradecerle a Santos Cerdán que, por fin, haya dado carpetazo a este entuerto.
Si el malentendido ha seguido vivo durante todos estos años se debe a los esfuerzos del PNV por ocultar su traición a su base social. El PNV siempre ha tenido problemas para explicar lo que nunca nadie entendió: por qué un partido de derecha, que venía de aprobar unos presupuestos al PP, decidió —de la mano de Bildu— llevar al poder a un gobierno de socialistas y comunistas. Ahora sabemos por qué. Incluso podemos intuir que las razones últimas no han tenido nada que ver con la política y si hubieran tenido que ver con la corrupción, sería con la propia, no con la del PP. De todos los socios de Sánchez, el PNV es el más agobiado por la deriva del caso Cerdán. No hay más que ver los nervios de Aitor Esteban, que últimamente rivaliza en argumentación con Yolanda Díaz y en apariencia con Pedro Sánchez.
La dimisión de Rajoy no hubiera cambiado la historia, pero sí hubiera dado a los autores de aquella moción una legitimación moral que nunca tuvieron. No hace falta demasiada imaginación para intuir que el único burladero de Sánchez en su desperada situación actual sería aferrarse a esa hipotética dimisión para tirársela a la cara a Núñez Feijóo en el próximo debate parlamentario. Afortunadamente ya nadie puede pretender que aquello tuviera algo que ver con la regeneración. Aquello fue el inicio de la andadura del Frankenstein y Cerdán, como ha presumido, fue su arquitecto.
Ningún guionista de Netflix hubiera sido capaz de diseñar semejante arco narrativo. Cerdán como el alfa y el omega del sanchismo. Con él empezó todo y con él ha terminado ya.
La situación del PSOE y de sus socios es irrecuperable. Los jueces han demostrado que no se someten a amenazas, al igual que los medios independientes; los sincronizados achican agua como pueden a la espera del próximo escándalo y de la próxima baja entre sus filas. En el PSOE brillan las navajas y solo es cuestión de tiempo que la exigencia de responsabilidades se dirija hacia el de arriba en vez de hacia los de abajo.
Ya no se trata solo de que en la sociedad española se está gestando un tsunami imparable de voto a la derecha, es que a Sanchez se le está poniendo cara ser el primer presidente del gobierno obligado a dimitir por corrupción. Después de todo, él siempre ha sido el campeón de las cosas nunca antes vistas.