- No hay mayor asunto de Estado que desvincularse de todos los partidos antisistema
Pedro Sánchez viaja por Europa presentándose como paladín de la defensa de Ucrania, de la autonomía de la Unión frente a Washington, del pulso desafiante y temerario a Donald Trump y de un rearme colectivo para consolidar una postura común en el inestable mapa geopolítico internacional, preludio tal vez de una nueva era.
Un discurso arrogante y hasta un punto ridículo que se compadece muy mal con su debilidad, sus peajes y sus circunstancias domésticas, simplemente lamentables.
Y eso queda en evidencia por su incapacidad para consensuar con los aliados que le hicieron presidente un aumento del gasto militar, hasta llegar al 2 %, muy por debajo de lo reclamado por la OTAN y no digamos la Casa Blanca.
Solo por Podemos, cuyos votos son indispensables, Sánchez está abocado al fracaso: depende de un partido comunista que aspira a que España salga de la organización atlántica y a expulsar a los americanos de sus bases. Y de otros que, mientras Europa quiere unificar fronteras, aspiran a romperlas aquí levantando aduanas xenófobas con los parabienes del PSOE.
Que Sánchez apele ahora a razones de Estado para exigirle a la oposición que compense el abandono de sus socios es deplorable. Porque no había asunto de Estado mayor que negarse a alcanzar la Presidencia tras perder en las urnas, aceptando el respaldo de quienes sólo lo conceden a cambio de avanzar en sus objetivos rupturistas. Y, sin embargo, el líder socialista lo aceptó.
El PP es un partido de Gobierno y de Estado, consciente de los intereses nacionales y de sus obligaciones europeas que, en consecuencia, sabrá estar a la altura si llega el momento en que de verdad se juega su prestigio y seguridad España.
Pero eso no se puede dar ni ya ni a cualquier precio, como a buen seguro sabe Feijóo. Porque no se puede salvar a un presidente cuyo principal argumento de supervivencia es ayudar a destruir la igualdad entre españoles y la Constitución que la garantiza.
No depender de Otegi, Junqueras o de Puigdemont también es un asunto de Estado, el más elevado posible sin duda, quebrantado por un PSOE que solo busca consensos patrióticos cuando su extremo deterioro queda visible ante el mundo.
Sánchez no puede gobernar según los planes de los enemigos interiores de España y luego buscar el auxilio de quienes tilda de «fascistas» y pretende aislar tras un abyecto muro. No puede salirle gratis y, si España está en una encrucijada histórica, no puede sostenerse ni un día más con esa coalición fija discontinua.