En España hemos cambiado el «si tus amigos se tiran por un puente…» por «si tus enemigos se tiran por un puente…».
Y yo digo que la oposición se tira detrás. Porque el PP tiene esa necesidad de llamar la atención, de titulares, como si fuese una influencer que no llega a final de mes. Cuando tiene al Gobierno contra las cuerdas va y se distrae, como esos francotiradores a los que les puede la presión.
Y ese es un mal que nunca se llega a superar. De ahí no se sale, como ese torero que cuadra al toro después de una faena redonda y en vez de rematar con el estoque, remata en la enfermería, que es una puerta al fin y al cabo, pero sin duda la equivocada.
Le han dejado el Gobierno botando, pero el PP dispara al palo una y otra vez. Que de tanto pegarle no queda más remedio que sospechar que no quieren gobernar. Mañana dice Pedro Sánchez que se va, que quiere ser libre, y estoy convencido de que Feijóo no encuentra la forma de sentarse en la Moncloa.
El PP lo hace todo al revés, le sale la vida mal, como si después de Rajoy le hubieran echado un mal de ojo o le hubieran deseado que se le muera la hierbabuena. Tienen algo de Froilán que se dispara en el pie cada vez que hablan: convocan elecciones en Cataluña y en vez de respaldar a un candidato de forma unánime, le hacen la cama al que está por las tertulias.
Ayuso señala el despotismo de Sánchez mientras su propio jefe de gabinete deja cabezas de caballo como advertencia entre las sábanas de los medios que no dicen que lo de Begoña muy mal y lo del novio de la presidenta muy bien.
Les dejan la Constitución entera para ellos, la honradez, el sentido de Estado, el decoro institucional, el respeto a las decisiones judiciales y a la primera de cambio les entra el pánico escénico.
Son como ese amigo torpe que llega al tanatorio y en vez de dar el pésame cuenta un chiste inoportuno. Lo suyo es un plantarse el lamparón en la camisa nada más comenzar la primera cita. Si arde Ferraz con Koldo, Ábalos, Armengol y todo lo que todavía no sabemos, el PP prende fuego a Génova por solidaridad.
Y todo porque nadie sabe de comunicación en este país. Primero fue la burbuja inmobiliaria y ahora vivimos la burbuja del marketing y la comunicación. Hay más agencias que españoles y expertos en estrategia que están convencidos de que la política no tiene nada que ver con el Risk.
Tipos que susurran al oído consejos absurdos como que si en el PSOE suben el tono y sacan a Óscar Puente a rebuznar, ellos igual. Estos brillantes ingenieros de la estrategia que no le ven otra posibilidad al puente más que tirarse por él…
A nadie se le ha ocurrido todavía cruzarlo, pero para cuando Feijóo entienda esto, el PP tendrá otro líder.