Como los nacionalistas siempre han estado en el poder, ignoran que las aspiraciones de todo partido es gobernar el país. ¿Qué hay de malo en ello? La oposición cree que el cambio es posible también en Euskadi. El PNV recurre a la división entre vascos por categorías. Los de primera son ellos, ‘la gente de aquí’, los que conocen los problemas de la ciudadanía, dice Ibarretxe sin rubor.
lega tarde Ibarretxe, si quiere imprimir ahora un cambio de rumbo en su campaña. Después de una legislatura (tras otra) empleando su energía en su fallido plan soberanista y su fracasada consulta, dice ahora que «no es tiempo de discutir quién estará en el gobierno», porque ahora, según él, toca resolver los problemas de la ciudadanía. Algo tarde para cambiar la toga de la presión oficial contra los jueces del Tribunal Superior por el traje populista. Pero es que después de sus mandatos, en los que su actitud ha provocado una división mayor entre nacionalistas y constitucionalistas, se extraña de que la oposición quiera, en su legítima aspiración, «echar» al PNV de las instituciones.
Le choca el derecho a la alternancia, vaya. Como los nacionalistas siempre han estado en el poder (28 años da para organizar con sumo cuidado los andamios del régimen) ignoran que las aspiraciones de un partido responsable en la oposición son también, la de gobernar el país. ¿Qué hay de malo en ello? Si esta campaña electoral va a ser tan decisiva, y así la vive Ibarretxe, es porque la oposición cree que el cambio es posible también en Euskadi. De ahí la preocupación en el PNV que no deja de recurrir al señuelo de la división entre los ciudadanos vascos por categorías. Los de primera son los nacionalistas, ‘la gente de aquí’, los que conocen los problemas de la ciudadanía, dice Ibarretxe sin ningún rubor.
Se ignora por qué Patxi López (Portugalete) o Antonio Basagoiti (Bilbao) desconocen los problemas de su propia tierra. Pero a ojos del PNV son marcianos, gente de fuera, ‘los otros’, sin ir más lejos. O la propia Rosa Díez (Sodupe) que ha vuelto al terreno electoral en Euskadi con su nuevo partido (UPD) para entrar en el Parlamento de Vitoria, (si el 3% necesario le da los escaños que persigue) y aportar savia nueva al banquillo constitucionalista, que ha visto tantas veces sus iniciativas derrotadas por la apisonadora nacionalista.
No es que UPD vaya a ser la clave de las próximas elecciones pero los observadores estudian el fenómeno del partido de Díez con la prudencia que requiere haberse situado en el Congreso, partiendo de cero, con los 303.535 votos que apostaron por ella. En Euskadi los 75 candidatos, que se presentarán el próximo día 25 en Andoain, el pueblo de los Pagazaurtundua, son vascos, en su mayoría gente joven que estrena ahora su compromiso militante. El cierre de las listas no podía ser más simbólico: con el primer secretario general de CCOO de Euskadi, Tomás Tueros, la madre de Joseba Pagaza, Pilar Ruiz, y la propia Rosa Díez.
Ahora UPD aterriza con unas propuestas que no dejarán a nadie indiferente. Con la idea de la devolución al Estado de algunas competencias como Educación, por ejemplo, o la revisión del Cupo, sobre la idea de que la sobrefinanciación no es sinónimo de mayor calidad o mejores servicios, está la polémica asegurada. Otra cosa es que sus adversarios le hagan el suficiente caso como para tenerla en cuenta en un debate que se presume el más reñido desde la Transición. En el PP creen que UPD les hace un flaco favor porque distraerá la concentración del voto constitucionalista e impedirá que se fortalezca la opción de un partido que no está dispuesto a facilitar el camino, ni con un guiño, al PNV.
Bien es verdad que la actitud de ayudar a encumbrar a Patxi López hasta Ajuria Enea si hubiera posibilidad, no da del PP una imagen de querer ir a por todas en estas elecciones. Basagoiti empezó su campaña diciendo que él también quería ser lehendakari pero el ofrecimiento de apoyo al PSE y la exigencia simbólica de algunas carteras le han restado fuerza al mensaje dejándolo en el segundo lugar de esta película.
Así es que, de los que dicen que quieren ser lehendakari, el único con posibilidades es el socialista. Por eso el PNV le dedica todo tipo de lindezas. Bien presentándolo como «un delegado de gobierno» o como un «mandado» del presidente Zapatero. Suelen decir los estrategas del PSOE que los ciudadanos vascos ya sabemos de sobra que «si gana Patxi no va a cerrar las ikastolas». Ya. Pero con eso no basta.
¿Dónde se plasmaría el cambio concreto de López? ¿Qué modificaría si fuera lehendakari?. ¿La Ertzaintza? ¿EITB? ¿Hasta dónde se arriesgaría a mover las cuadernas del barco que durante décadas ha ido configurando el nacionalismo? Su gente trabaja ya en «el día después» mientras él recomienda a sus seguidores que no bajen la guardia, que no vayan sobrados en esta contienda porque el nacionalismo tiene una capacidad movilizadora que nadie le ha igualado. El escenario de un País Vasco más cívico y menos identitario, más pragmático y menos esencialista es el motor de la opción socialista consciente de que en algunos sectores sociales -el de la cultura, por ejemplo- será difícil atravesar el búnker del nacionalismo sin que nada suene a ruptura.
Un nuevo rumbo sin poner en cuestión el poder autonómico, estatutario y constitucional conlleva el riesgo de estar haciendo equilibrios en el alambre y no terminar de convencer pero buena parte de la oferta socialista tendrá su fuerza en el mensaje. Como hizo Zapatero con la herencia de la Transición, los socialistas quieren desmontar el andamiaje clientelar del PNV sin dilapidar el poder político logrado desde 1978. Estamos en plena oferta electoral con la mirada puesta en el Parlamento y en Ajuria Enea. Y el recurso al miedo a lo español no está calando, como en el 2001. No será por falta de intentos.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 19/1/2009