Siembra y poda

ALBERTO AYALA, EL CORREO 06/02/14

· Urkullu y el PNV, tan reacios a cambios en Euskadi, reiteran a Rajoy que mueva ficha con los presos como pide la mayoría de los vascos.

· El nacionalismo vasco lleva en sus genes políticos debilitar al Estado y ayer volvió a demostrarlo con otra andanada contra el Rey.

Son muchas, sin duda, las virtudes que adornan al Partido Nacionalista Vasco (PNV), virtudes que han llevado al electorado a convertirle en la primera fuerza política de Euskadi de forma ininterrumpida durante casi tres décadas y media. Pero no parece que entre ellas se encuentre la de la generosidad con el adversario.

No la tuvo cuando Euskadi recuperó su autonomía tras la larga noche de la dictadura franquista. Llegó el momento de elegir los símbolos de la naciente comunidad y los jeltzales optaron por imponer los suyos. La actitud se repetiría a mediados de los 80, tras la escisión de la que surgió EA. Un PSE con 19 escaños –por sólo 17 el PNV– accedió a ceder Ajuria Enea a los jeltzales, es cierto que tras fracasar en la configuración de una coalición alternativa. La respuesta unos años después: la firma del Pacto excluyente de Lizarra.

El Parlamento de Vitoria se dispone a examinar en los próximos meses el funcionamiento del entramado institucional vasco, porque así lo impusieron los socialistas para avenirse a firmar en septiembre el pacto de estabilidad con el PNV. Pues bien, los jeltzales vuelven a exhibir de salida idéntica inflexibilidad marca de la casa. Nada de retocar la LTH que terminó de dibujar un país marcadamente foralista al gusto jeltzale. A su juicio, las únicas duplicidades existentes, lejos de obedecer a nuestro complejo modelo, tienen su raíz en que el Estado no ha desarrollado en su integridad el Estatuto, incumplimiento por lo demás cierto.

Urkullu ha pasado las últimas veinticuatro horas en Madrid. La noche del martes se reunió en secreto-secretísimo con el presidente Rajoy en La Moncloa para recomponer las tensas relaciones políticas entre ambos. Ayer, a primera hora de la mañana, desgranó las opiniones del PNV sobre las grandes cuestiones del momento en uno de esos desayunos informativos a los que dan lustre algunos de los grandes protagonistas de la política y la economía de la villa y corte.

El viaje del lehendakari a la capital tenía por objetivo sembrar un campo que se le resiste, el del presidente Mariano Rajoy. Urkullu reclamó al líder popular lo que en tantos momentos no practica su partido en Euskadi: flexibilidad. Que abandone de una vez el inmovilismo en el que se halla instalado desde el día siguiente en que saludó el anuncio del abandono definitivo de las armas por parte de ETA. Una petición que, sin duda, comparte gran parte de la sociedad vasca.

Improbable

El PNV quiere que el Gobierno mueva ficha con los presos, como le permite la legalidad penitenciaria, y que se coordine con Ajuria Enea para consolidar la paz. Entiende que sería el mejor abono para ‘convencer’ a ETA de que reconozca el daño causado, proceda a la entrega de sus arsenales y se disuelva.

Habrá que ver si llega el giro. Lo que parece del todo improbable es que se produzca a corto plazo, con unas elecciones europeas a la vuelta de la esquina, el 25 de mayo. El estilo Rajoy dicta que si algo tiene que venir lo hará, pero de forma discreta y pausada.

Urkullu volvió a pedir comprensión política hacia la aspiración de su partido de avanzar hacia un nuevo estatus que otorgue a Euskadi un mayor autogobierno y no dudó en cargar de nuevo contra el Rey porque, a su juicio, no cumple desde hace años con su función de «moderar y arbitrar». Una nueva evidencia, otra más, de que el nacionalismo vasco dificilmente renunciará a debilitar al Estado, a través de cualquiera de sus pilares, cada vez que olfatee debilidad o simplemente dificultad, como es el caso del complejo momento por el que atraviesa la Corona. Va en sus genes políticos.

ALBERTO AYALA, EL CORREO 06/02/14