Salió el pasado sábado Pedro Sánchez a decirnos en su homilía semanal que «ya vemos la luz al final del túnel» y que «estamos a un paso de la victoria». Para celebrarlo, anunció el regreso de la liga de fútbol e invitó a los españoles a planificar sus vacaciones de verano. Parecería una broma pesada si no fuera porque hay casi 29.000 muertos encima de la mesa y España está inmersa ya en la crisis económica más grave desde la Guerra Civil.
Pretender trasladar optimismo a la población es loable, pero resulta indignante hablar de «victoria» cuando es evidente que esta batalla ya la hemos perdido, y lo único que queda por saber es cuántas bajas tendremos al final en nuestras filas. Obviamente, a Sánchez no le quedaba otra el sábado. O trasladaba optimismo tras una nueva semana horribilis, o tenía que remodelar su Gobierno tras la tempestad por el acuerdo suscrito con Bildu sobre la derogación de la reforma laboral.
Como contó Vozpópuli el sábado, Sánchez ha decidido aguantar el tirón y abrazarse aún más fuerte a Pablo Iglesias. Ambos creen que podrán seguir ganando tiempo gracias a la complicidad de los siete actores que les han apoyado hasta ahora. El problema es que algunos de ellos, si no todos, despertaron sorpresivamente el jueves pasado y, cual capitán Renault en Casablanca, han gritado con cinismo: «¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! He descubierto que aquí se juega». Repasemos quiénes son:
1.- La CEOE. La patronal española lleva cinco meses colaborando con el Gobierno. No sólo aceptó elevar de nuevo el Salario Mínimo hasta los 950 euros mensuales, sino que se prestó a escenificar un teatrillo en La Moncloa el 30 de enero. Una parte de su junta directiva le afeó entonces la conducta a su presidente, Antonio Garamendi, si bien parece que la cuarentena debió borrarle la memoria porque el 11 de mayo acudió de nuevo a hacerse la foto para la renovación de los Ertes hasta el 30 de junio. A ambos actos se presentó también, cómo no, el vicepresidente Iglesias. Nadie duda de que Garamendi hace bien en sentarse en una mesa con los sindicatos y el Gobierno, pero quizás debería tener más cuidado a la hora de prestarse a una foto. El jueves pasado, después de enterarse por la prensa de los planes laborales del Ejecutivo, Garamendi montó en cólera. Pero no sabemos si esa reacción fue verdadera, porque cuesta trabajo entender que un empresario como él todavía no se haya enterado de que una parte del Gobierno lo que quiere es acabar con el sector privado.
2.- Ana Botín. Como ha contado con todo lujo de detalles en varios artículos el editor de Vozpópuli, Jesús Cacho, la hija de don Emilio ha visto con buenos ojos la llegada al poder de la extrema izquierda encarnada en Podemos. Ella es de la teoría de que un comunista acaba adaptándose al sistema y de que no hay mejor manera de canalizar el movimiento 15-M que integrándolo en las instituciones a través de sus supuestos representantes. La teoría tiene su lógica, pero parte de la hipótesis equivocada de que Iglesias es el mismo tipo de político que Sánchez. Al segundo ya sabemos que sólo le mueve el poder, pero el primero tiene una idea muy clara del país que quiere y la pretende ejecutar ahora que manda. Lo sorprendente es que Botín no vea que uno de los objetivos del podemismo es cargarse la banca comercial y, por tanto, el negocio del que lleva viviendo su familia durante décadas.
3.- Algunos medios de comunicación. Cualquiera que haya pisado una redacción sabe que en el gremio periodístico la izquierda cae mejor. Eso no sería ningún problema si los medios y sus profesionales supieran separar escrupulosamente dos conceptos cada vez más entremezclados: activismo y periodismo. Y esa combinación es la que ha propiciado, por ejemplo, que durante esta crisis del coronavirus algunos medios en España hayan evitado los ataúdes, obviado los escandalosos contratos adjudicados a dedo, minimizado los abusos del estado de alarma… Afortunadamente, algo ha empezado a cambiar desde la semana pasada, pero el problema es que será difícil convencer ahora a los lectores, oyentes y telespectadores de ese repentino cambio de opinión respecto al Gobierno.
4.- Ciudadanos. El partido que ahora lidera Inés Arrimadas ha jugado un papel decisivo en el último mes. En un legítimo intento de buscar su hueco en la complicada política española, los naranjas han sido humillados por Sánchez a las pocas horas de pactar con él las dos últimas prórrogas del estado de alarma. Nadie duda de las buenas intenciones de la presidenta de Ciudadanos pero, cuando están en juego cuestiones que afectan a la estabilidad del sistema, quizás no convenga dejarse enredar por asuntos menores.
5.- PSOE. El principal partido que sostiene al Gobierno ha desaparecido por completo. Nadie levanta la voz y ningún diputado se atreve a discrepar en el Hemiciclo. Hay barones territoriales, pero como si no los hubiera. Todos sabemos lo que piensan de Sánchez porque no pierden ocasión para contarlo en privado, pero nada más. Como se contó aquí hace unos meses, el principal problema de España es que el PSOE se ha podemizado y ha acabado asumiendo el programa de Podemos. La prueba más evidente está en Adriana Lastra, la portavoz parlamentaria del PSOE y quien supuestamente negoció el dichoso acuerdo con Bildu. Si a ella no le chirrió poner por escrito que hay que derogar «íntegra» la reforma laboral a pesar de que estamos en medio de una crisis económica como no se ha visto en 70 años, es que no hay ninguna diferencia entre ella y Pablo Echenique.
6.- Nadia Calviño y los ministros incómodos. También aquí se contó hace un mes el malestar creciente de algunos ministros del Ejecutivo por el inmenso poder acumulado por Iglesias y su gente. De momento aguantan en el cargo con el argumento de que es mejor hacer de dique de contención, pero deberían tener los ojos bien abiertos porque puede que estén malinterpretando algunas señales y que cuando pretendan saltar del barco ya sea demasiado tarde.
Echarle al PP la culpa de los muertos es fácil esgrimiendo la cantinela de los recortes, pero más complicado será encontrar una explicación para los millones de parados que se avecinan
7.- Los españoles que apoyan al Gobierno. Sí, no hay que negarlo, hay millones de españoles que apoyan a este Gobierno y las encuestas del CIS de Tezanos dicen que cada vez son más los que votarían a Sánchez si hubiera elecciones. Eso es precisamente lo que guía todo lo que se hace estos días desde La Moncloa, con el objetivo de sobrevivir en el poder el mayor tiempo posible y crear el escenario que permita incrementar el resultado electoral cuando se celebren los siguientes comicios. No obstante, está todavía por ver cómo se tomarán esos votantes la crisis que se avecina. Echarle al PP la culpa de los muertos es más o menos fácil esgrimiendo la cantinela de los recortes en Sanidad, pero más complicado será encontrar una explicación para salvar al Gobierno de los millones de parados que se aproximan.
Estos siete cómplices son los que hasta ahora han ofrecido a Sánchez la coartada perfecta para que nadie se escandalice en Bruselas o en Berlín de que cinco ministros neocomunistas formen parte del Gobierno de una de las principales economías del continente. Y de ellos dependerá en gran medida lo que nos pase de ahora en adelante.
Las verdaderas prioridades
De momento, las cosas pintan mal. En vez de poner empeño en reactivar el país, España está aplicando la ‘desescalada’ más larga de Europa (¡entramos en el túnel de los primeros y saldremos de los últimos!), como si no corriera ninguna prisa salvar la economía. Es más, el Gobierno ha enviado en las últimas semanas señales muy claras en contra de tres de los pilares de nuestra economía: el turismo (cuarentena para viajeros, mes de junio perdido), el automóvil (aprobación del fin del diésel en mitad de la pandemia) y las pymes y autónomos (prohibición de las rebajas, limitación de la apertura de los locales de más de 400 metros, aplazamiento de pagos pero no ayudas directas…).
Por el contrario, las prioridades económicas del Gobierno han quedado nítidas: derogar la reforma laboral, que vuelva la liga, que abran las terrazas y que en junio 850.000 familias empiecen a cobrar la Renta Mínima.
¿Hasta cuándo seguirán mirando para otro lado los siete cómplices anteriormente citados? ¿No se dan cuenta de la gravedad de todo esto? ¿Cuántas traiciones y engaños van a seguir aguantando? De ellos depende evitar el hundimiento.