Cuando EA saluda con optimismo el último comunicado de ETA, en realidad está buscando la mejor compañía para rehacerse tras su declive electoral y la ruptura de Hamaikabat. Ello depende de que el Estado impida nuevamente la continuidad electoral de Batasuna y de que no pueda evitar el auxilio de EA. Y siempre que Alternatiba no se le adelante.
La soledad en la que se quedó Eusko Alkartasuna al valorar positivamente el último comunicado de ETA llamó la atención no sólo porque las demás formaciones optaron por una lectura negativa o continuista del mencionado documento, sino porque el resto del arco parlamentario tiende a mirar ya de soslayo al intrincado debate que -dicen que dicen- se está desarrollando en el seno de la izquierda abertzale, y a los equívocos mensajes que ésta ha ido enviando especialmente en las últimas semanas.
La sensación de que pudiera tratarse de una lectura voluntarista e interesada por parte de Eusko Alkartasuna guarda relación con la hipótesis -o con la sospecha- de que el partido que fundara Carlos Garaikoetxea está explorando sus coincidencias con la izquierda abertzale con finalidades más concretas que la conformación de un «polo soberanista» que excluyese al PNV.
No sería aventurado considerar que el contenido del comunicado de ETA obedece a un movimiento táctico. La banda terrorista, que en ocasiones anteriores no había ocultado su desdén hacia la izquierda abertzale, incluso acusándola de los males que ella misma causaba al provocar la ilegalización de su trama más visible, se ha visto obligada a contemporizar con quienes parecían haber osado tomar la delantera de la dialéctica radical para recuperar más adelante el control de la situación.
El hecho de que el secretario general de Eusko Alkartasuna haya declarado que el comunicado etarra «da a entender que la izquierda abertzale política es la que lleva el timón de su propio futuro», pasando por alto que pudo redactarse con anterioridad a las detenciones de Portugal, es un ejemplo elocuente del optimismo con el que dicha formación ve las cosas en casa de su interlocutor. EA desea que la izquierda abertzale se libere del tutelaje de ETA; pero, al mismo tiempo, parece dispuesta a mostrarse magnánima a la hora de establecer las condiciones que certifiquen tal liberación.
La izquierda abertzale está tan hipotecada por la deuda histórica que mantiene respecto a ETA que cualquier salida que pudiera imaginar sería inevitablemente laberíntica. El novedoso desinterés que su destino suscita en la política vasca abona en su seno la necesidad de algún lazarillo que les acompañe en tan crucial trayecto. Pero eso del «polo soberanista» no tiene sentido si no le sirve a la izquierda abertzale para regresar a la legalidad. Y para esto la izquierda abertzale tampoco necesitaría convertir a ese «polo soberanista» en una alternativa electoral unitaria. Además, las tensiones que se atisban en torno al futuro de Nafarroa Bai atestiguan que Aralar tiene sus propios intereses electorales, como formación en moderada alza frente a la división que han padecido EA con Hamaikabat y Ezker Batua con Alternatiba.
La estrategia a la que periódicamente se refiere el ministro Rubalcaba con las bombas y los votos es la posición que Rodríguez Zapatero mantendrá en lo que quede de legislatura. Algo muy trascendente debería ocurrir en el seno de la izquierda abertzale, y en las relaciones entre ésta y ETA, para que el Gobierno se dispusiera a abrir la mano en un período electoral tan comprometido y con unas perspectivas tan apuradas. Pero esa firmeza gubernamental es algo que a EA le viene mejor que peor.
A pesar de las reticencias que la izquierda abertzale ha mostrado tradicionalmente respecto a la formación que surgiera de la escisión del PNV en 1986, de su desprecio fingidamente proletario hacia la naturaleza pequeño-burguesa de Eusko Alkartasuna, y sobre todo de la falta de respeto de los extremistas hacia quienes nada han arriesgado para pretender mostrarse tan auténticos, Rubalcaba aporta las condiciones propicias para que EA ofrezca a la izquierda abertzale algo que ésta sea incapaz de rehusar: convertirse en la sigla nodriza que permita a los restos de Batasuna emerger a la luz institucional.
Eusko Alkartasuna bien podría integrar en sus deprimidas listas a los comicios locales y forales de dentro de un año, y en calidad de independientes, a los candidatos que designe la izquierda abertzale. Incluso podría extender la jugada de Euskadi a Navarra. Así, EA obtendría un número de representantes que no podría ni soñar presentándose en solitario, y la izquierda abertzale recuperaría la legalidad para sus electos sin que crujan necesariamente las estructuras que dependen en última instancia de la banda. Sería el tránsito feliz hacia la salida del laberinto que permitiría a unos -supuestamente Otegi y Díez Usabiaga- desentenderse del pasado sin someterlo a juicio, y a los últimos reductos etarras seguir atados a ese pasado por lazos más indelebles que los que han mantenido hasta ahora.
Cuando EA se queda sola saludando con optimismo el último comunicado de ETA, en realidad está buscando la compañía que mejor podría venirle para rehacerse tras su declive electoral y la ruptura con los guipuzcoanos de Hamaikabat. Claro que ello depende de que el Estado de Derecho impida nuevamente la continuidad electoral de Batasuna, al tiempo de que no pueda evitar el auxilio que EA pudiera prestar a los integrantes de la formación ilegalizada. Eso sí, siempre y cuando Alternatiba no se le adelante ofreciendo una franquicia más asequible para la izquierda abertzale.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 23/1/2010