Andoni Pérez Ayala-El Correo

Es de conocimiento general que Eibar fue la primera localidad que proclamó la II República, en la noche del 13 al 14 de abril de 1931. Pero es muy poco conocido que algo más de seis décadas antes (1869) Eibar fue también escenario del arranque de la primera experiencia republicana en nuestro país, que desde sus inicios se expresó en términos netamente federales. Más concretamente, fue el 23 de junio de 1869 -ayer hizo siglo y medio- cuando en esta localidad se dieron cita los representantes de los incipientes grupos federalistas y republicanos guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, que junto con los navarros, también presentes en esta cita, abrieron en Eibar un proceso que pocos años después (1873) daría lugar a la primera experiencia republicana y federal de nuestra historia.

Este encuentro inicial de Eibar formaba parte del proceso que, al calor de la nueva situación creada tras el triunfo de la revolución democrática de septiembre de 1868 (la ‘Gloriosa’), había empezado a desarrollarse en toda España -se produjeron encuentros encuentros similares en Tortosa, Córdoba, Valladolid, La Coruña…- con el fin de implantar un régimen democrático que sustituyese al de la Monarquía isabelina. Si bien ya había habido antes algunas propuestas de signo republicano y federal -proyecto de Xaurado y Fabregas (1832); Marx, en sus escritos sobre la Revolución en España hace referencia a un proyecto de ‘Constitución de la República Federal Ibérica’ (1854)-, va a ser en este periodo, conocido como el Sexenio Democrático (1868-1874), cuando la alternativa republicana y federal adquiera implantación efectiva, hasta el punto de tener plasmación, en 1873, en la I República y en el proyecto (que no llegó a entrar en vigor) de Constitución federal de este mismo año.

Interesa llamar la atención sobre el hecho de que nos hallamos ante el primer intento de plantear seriamente, en sintonía con las corrientes más avanzadas de la época (finales del XIX), la cuestión de la (re)organización territorial del Estado; tema que, como es sobradamente conocido, ha sido uno de los que mayores y más agudas polémicas ha generado entre nosotros y que, a día de hoy, siglo y medio después, dista mucho de estar resuelto satisfactoriamente. En cualquier caso, e independientemente de las posiciones que hoy puedan mantenerse ante las propuestas federales, es de justicia reconocer a los pioneros del federalismo que se reunieron en Eibar en junio de 1869 el mérito de haber sido los primeros en abordar un tema político y constitucional clave como era, y sigue siéndolo, el de la (re)organización territorial del Estado.

Interesa igualmente reseñar algunos de los rasgos característicos de esta inicial expresión del federalismo en nuestro país que no dejan de ser llamativos. Entre otros, el de ser la primera manifestación de un proyecto de organización territorial común de las ‘Regiones vascongadas’ (según los términos constitucionales de la época) que, juntamente con Navarra, van a conformar, también por primera vez, un marco político común bajo la forma de una inicial Federación vasco-navarra. Que, a su vez, y de acuerdo con el esquema federal que animaba este proyecto de reorganización del Estado, se integraba, si bien diferenciadamente -Navarra y las regiones vascongadas eran entes federativos diferenciados en el proyecto constitucional de 1873-, en la estructura federal de la I República.

Es preciso hacer referencia, asímismo, a otra de las peculiaridades que presenta este inicial proyecto federativo, en particular por lo que se refiere a la primitiva Federación vasco-navarra. En este sentido, no deja de llamar la atención la tentativa de compaginar, en el ámbito específico de los territorios vasco-navarros, el proyecto federal con el esquema foral -ver, sobre este tema, Jon Penche y Unai Belaustegi, ‘El republicanismo vasco-navarro…. del Pacto de Eibar (1869) al mitin de Alsasua (1896)’-, lo que denota la preocupación de nuestros primeros federalistas por reformular en clave federal los esquemas forales que, sin duda, ejercían una considerable influencia en amplios e importantes sectores de la sociedad vasca de la época.

Es sabido que esta inicial experiencia federal tuvo una vida efímera -la I República no llegó al año de duración (febrero 1873-enero 1874) y el proyecto de Constitución (julio 1873) que la articulaba no llegó a entrar en vigor- y que, posteriormente, el movimiento federalista ha tenido una trayectoria discontinua en su evolución histórica hasta la época actual. Ello no autoriza, sin embargo, a ignorar el arraigo histórico del federalismo en nuestro país, cuyas primeras manifestaciones preceden temporalmente incluso a la aparición de otras corrientes que van a tener un mayor protagonismo político; como el socialismo, a partir de la década de los ochenta del XIX, el nacionalismo, a partir de la de los noventa, o el liberalismo, en su versión autóctona fuerista, al calor de la hábil negociación, y renegociación, por las Diputaciones forales de la Restauración de un régimen fiscal especial que tendría su plasmación en los Conciertos/Convenio económicos.

Nunca está de más rememorar hechos, como el que origina estas líneas, que constituyen parte de nuestra historia y que han contribuido, aunque no siempre se sea enteramente consciente de ello, a configurar el marco en el que se desenvuelve nuestra actividad en el presente. Sobre todo cuando esos hechos se incardinan en constantes históricas, como es en nuestro caso la polémica secular -en su significado literal- sobre la (re)organización territorial del Estado; cuestión ésta que siempre ha sido, y sigue siendo, uno de los temas clave de nuestra agenda política. Y que, como tenemos ocasión de comprobar al rememorar estos hechos, también preocupaba a los antepasados nuestros que, hace ahora justamente siglo y medio, se reunieron en Eibar a tratar sobre temas que no están muy alejados de los que seguimos tratando nosotros a día de hoy.