Ignacio Camacho-ABC
- Al proponer la condonación de la deuda catalana en el próximo cuatrienio, Illa hace campaña con nuestro dinero
Si la presidenta del PSOE y el economista jefe de Podemos han pedido al BCE que condone la deuda de los socios europeos -la de España es de aproximadamente 300.000 millones de euros-, el aspirante socialista a la Generalitat no iba a ser menos. Lo que propone Illa, recogiendo una vieja idea de su antecesor Iceta, es que el Estado se olvide de buena parte del débito que Cataluña ha ido acumulando a través de los diversos mecanismos de liquidez del Gobierno. En concreto de unos 44.000 kilos que en el próximo cuatrienio, justo el que el exministro aspira a presidir, quedarán pendientes de vencimiento. Ese monumental «simpa» -con m, como aconseja Fundeu- no es una sugerencia lanzada al viento en un manifiesto; se trata de una oferta del programa electoral y por tanto se supone que cuenta con el visto bueno del jefe del Ejecutivo de la nación que a la postre debería darle cumplimiento. Es decir, que Sánchez ha autorizado a su candidato a hacer campaña electoral con nuestro dinero.
El pasivo de la autonomía catalana se ha multiplicado en los últimos años como consecuencia de una obsesiva estrategia de nacionalismo identitario que asfixiaba los servicios públicos mientras incrementaba el derroche en la construcción de un enorme aparato clientelar de poder político y mediático. Ningún Gobierno de España se atrevió nunca a cuestionar el despilfarro por temor a que el victimismo soberanista elevase los decibelios del tradicional discurso del agravio. Madrid, el odioso epítome del Estado opresor, avalaba crédito tras crédito como pago del alquiler de una paz ficticia que la hiperventilación del procés acabó reventando sin que ni siquiera la efímera aplicación del Artículo 155 sirviera para imponer un control racional del gasto. Y ahora, como prenda de la alianza que le garantiza el mandato, Sánchez ofrece una «convidá» por todo lo alto: borrón, cuenta nueva y reparto de la factura entre todos los ciudadanos. Qué más darán unos miles de millones más en un cargo que de todos modos va a dejar a varias generaciones hipotecadas a tan larguísimo plazo que ningún español adulto vivirá para saldarlo.
Ésta es la receta que el gurú Piketty avala como nuevo santo y seña de la izquierda, cuyas ideas sobre el dinero de los demás son la que históricamente han llevado a las naciones a la quiebra. Un impago universal, una cancelación masiva, una impugnación de la deuda tanto a escala grande como pequeña. Una declaración de insolvencia general, desde los países soberanos hasta los suscriptores de hipotecas. El Padrenuestro -«dimitte nobis debita nostra»- interpretado al pie de la letra. Los impuestos, claro, no cuentan. Son indefectibles; nadie sabe a ciencia cierta si existe la vida eterna pero sí que incluso después de la muerte aparece Hacienda para reclamar su parte de la herencia. Acuérdense, pues, de la oferta de Illa cuando rellenen el impreso de la renta.