Eduardo de Rivas-El Debate
  • Ir a las urnas supondría renunciar a dos años de poder en los que podría indultar al fiscal general y a cualquier persona de su entorno condenada por la malvada Justicia ultraderechista

Reconozco que me aburre soberanamente la política de este país que tenemos. Estamos a punto de cumplir dos años de la última investidura de Pedro Sánchez como presidente y tengo la sensación de escribir el mismo artículo semana tras semana, porque lo único que altera la nada absoluta en Moncloa es un escándalo tras otro. Corrupción a punta pala y cortinas de humo a mansalva para que no se hable de la mujer ni del hermano, ni tampoco de que cada vez hay más impuestos para pagar la colocación de sobrinas en empresas públicas. Leyes se aprueban pocas, porque no se gobierna. Aunque casi mejor, porque cada propuesta es peor que la anterior. Y así casi dos años… y lo que queda.

En noviembre del 23 se hablaba de la negociación con el separatismo catalán y de si Sánchez sería capaz o no de vender de verdad a España por mantenerse en Moncloa. Pocos lo dudaban entonces. Ahora nadie. Por siete votos se aprobó una amnistía que puso por escrito que el Estado obró mal al tratar de impedir el referéndum ilegal del 1-O, que se persiguió políticamente a los responsables y se negó que Puigdemont y compañía utilizasen el dinero de los españoles para su cacicada personal. A Pedro Sánchez no le quedaba otra que ceder ante cualquier imposición del prófugo de Waterloo, ya que necesitaba perpetuarse en Moncloa para frenar cualquier tipo de investigación judicial a su entorno. Pero la jugada no salió como esperaba. Ni él ni Junts.

Dos años después, la Justicia continúa con su trabajo y Aliança Catalana le ha comido la tostada a los herederos del tres per cent. Es la única razón para que a Puigdemont le haya dado por bajar el pulgar y rechazar cualquier tipo de propuesta que llegue del Gobierno. Puro paripé, porque a ver cómo explicarían a los suyos un «no» si Sánchez pone sobre la mesa la condonación de la deuda o una financiación singular para Cataluña, por muy inconstitucional que sea. También lo era la amnistía y nos la hemos comido con chistorras.

Pero si Junts cumple su amenaza de bloquear la legislatura, a Sánchez solo le queda apalancarse en el sofá de Moncloa a ver cómo pasa el tiempo. Gobernar no va a gobernar (aunque tampoco es lo que lo haya hecho demasiado en estos dos años) y elecciones ya ha avisado de que no va a convocar. No puede hacerlo, porque renunciaría a dos años de poder en los que podría indultar al fiscal general y a cualquier persona de su entorno condenada por la malvada Justicia ultraderechista de este país. Lawfare para todos.