Iñaki Ezkerra-El Correo
El problema es que los mejores no tienen el menor interés por gobernar
Lo que peor lleva uno en esta cuarentena son los mensajes épicos. No resisto el ‘Resistiré’ del Dúo Dinámico y me entran escalofríos con ese voluntarista ‘No pasarán’ que alguien me envía por ‘whatsapp’ y me recuerda un episodio de nuestra historia en el que los que no iban a pasar, en efecto, ‘pasaron’, ¡vaya que si pasaron! La vida nos enseña que siempre que alguien dice ‘de ese río no beberé’ o ‘antes pasarán sobre mi cadáver’, ese alguien acaba bebiéndose el río entero y pasa literalmente sobre su cadáver toda una multitud.
Yo es que prefiero la lírica a la épica, y más en esta dura tesitura en la que cualquier presidente de escalera de vecinos adopta poses de jefe de Estado y te larga un comunicado patriotero con el rollete de que ‘somos hijos de una gran nación’ y ‘saldremos victoriosos como en la Batalla de Lepanto’. A éstos se suman los profetas que te dicen que ‘nada volverá a ser igual’, cuando sabes que serán ellos los primeros en hacer que no cambie nada.
También están los que te solucionan el mundo en un tuit que es un brindis al sol. Rosa Díez ha pedido un Gobierno «de emergencia de los mejores» y uno se pregunta quiénes son esos, quién decide quiénes son y por qué procedimiento. Ortega y Gasset, que era más modesto que ella, se conformaba con una aristocracia espiritual que no gobernara, sino que se limitara a influir en los gobernantes. La referencia más cercana que le suena a uno del Gobierno de los mejores está en Platón y en su Rey filósofo, que le salió rana y le obligó a escapar nada épicamente de Siracusa para conservar el pescuezo. El problema que tenemos desde hace veinticinco siglos, y que ilustra gráficamente la España de hoy, es que los mejores no tienen el menor interés por gobernar.
A uno los que le conmueven en estos días terribles no son los políticos, sino los abuelos que mueren solos sin poder tocar ni ver siquiera a sus seres más queridos; los que trabajan sin meter ruido y de espaldas a la verborrea populista; el personal sanitario, los miembros de nuestro Ejército, los guardias civiles, que ya han perdido a cinco compañeros… Me conmueve una información publicada en este diario que me envía un colega sobre el gesto que han tenido los vecinos del barrio vitoriano de Sansomendi de llevar cajas llenas de geles, guantes y mascarillas a la Comandancia de la Guardia Civil. Se me escapa un ramalazo de grandilocuencia y le respondo con una cita de Octavio Paz: «Las minorías de hoy serán las mayorías de mañana». Pero mi amigo me baja los humos con una frase que me parece la antítesis del ‘Resistiré’ y que me gana por su utopismo modesto, rasante, falto de épica: «Algún día los vascos seremos normales».