Antonio Rivera-El Correo
Cuando en 1990 estalló un escándalo por manipulación de los exámenes de la OPE de Osakidetza, uno de los responsables socialistas que entonces gestionaban esa entidad musitó aquello de que «hay que reconocer que otros lo han hecho mejor». Se refería, claro está, al PNV, que para entonces ya había poblado de partidarios la naciente administración autonómica vasca a través de procedimientos diversos, muchos de ellos discutibles, pero todos más o menos legales.
Entonces se trató de un fraude que afectó a muchos cientos de personas: había mucho paro y las filtraciones se concentraron sobre todo en los estratos básicos del Servicio Vasco de Salud. Ahora se trata de un número menor de beneficiados y perjudicados, pero mucho más cualificado. El procedimiento de ascenso parece ser que estaba establecido mediante una suerte de cooptación de candidatos cercanos a los decisores, que tenían acceso previo a los temas y así salían con evidente ventaja. No es el único sitio Osakidetza donde esta «selección de élites» se desarrolla mediante procedimientos tortuosos, siempre manteniendo los exigidos criterios de igualdad y transparencia aparente, en lugar de arbitrar decididamente otros que, también legales, den carta de naturaleza a lo que se sospecha viene haciéndose «de siempre».
Sea como sea, con las normas en que se mueve toda la Administración, el asunto olía más que a chamusquina y ya se había llevado por delante a tres altos directivos de la sempiterna «joya de la corona» de los servicios públicos del lugar. El inmediato futuro se avizoraba negro, con una Justicia decidida ya a poner al descubierto la trama evidente, y con la perspectiva de que alguno de los colaborados intermedios necesarios acabara piando y dejando a los pies de los caballos al máximo responsable político.
Además, dos citas electorales a la vista complicaban si cabe la situación e imposibilitaban que el siempre prudente Urkullu se aplicara esta vez también al sostenella y no enmendalla. La reprobación de la semana próxima estaba cantada y, aunque los ejecutivos ya han pasado por situaciones similares de consejeros acogotados por la oposición, la tormenta perfecta resultaba en este caso letal. Conclusión: la suficiencia a veces campanuda del consejero Darpón acababa en lo que acaban estas cosas, en una carta de dimisión voluntaria… forzada por las evidencias.
Quizás la noticia sirva también para hacer oficial lo que ya se sabe real. Si el lector se asoma a la documentada página de Wikipedia titulada «Corrupción en España», con su no menos documentado anexo de «Casos judiciales relacionados con corrupción política en España», descubrirá cómo, de manera insólita, el PNV no aparece por ningún lado. Bueno, aparece una cita perdida y referida a un ‘caso Zambrana’, sin más explicación, y otra a un ‘caso Margüello’, también relacionado directamente con Osakidetza, que por arte de birlibirloque se acaba adjudicando como factor a las siglas socialistas. Es la magia de este centenario partido: atravesar a diario los estanques de fango y salir limpio como la patena. Todo legal, aunque ya sabemos de las cosas turbias. Esta vez no había escapatoria.