Entre las distintas razones por las que Pablo Casado ha cesado a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz del Grupo Parlamentario en el Congreso hay algunas de contenido táctico, como la propuesta de la fulminada de ofrecer al PSOE un Gobierno de concentración constitucionalista para afrontar la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia o la crítica a la salida de España del rey emérito, que la diputada ha considerado desacertada. Sin embargo, la discrepancia más de fondo entre el presidente del PP y su subordinada ha sido de orden estratégico y ha consistido en su diferente apreciación de la relevancia de la llamada ‘batalla cultural’, que Álvarez de Toledo siempre ha considerado esencial y prioritaria y que su jefe no percibe como una tarea a la que haya que dedicar un esfuerzo especial.

¿En qué consiste esta batalla, también denominada frecuentemente ‘de las ideas’, a la que la ex-portavoz ha dedicado siempre una atención preferente ya desde sus tiempos de periodista o como impulsora de la Plataforma Libres e Iguales? Básicamente se trata de oponer al constructo ideológico de los que se autodenominan ‘progresistas’, fabricado con una mezcla de feminismo radical, ecologismo utópico, igualitarismo dogmático, predominio de lo emocional, intervencionismo estatal, globalismo uniformizador, relativismo moral y apoyo a las reivindicaciones agresivas de minorías airadas, otro esquema de pensamiento, alternativo, firme y beligerante, edificado sobre los principios del liberalismo conservador, libertad individual, racionalidad, imperio de la ley, reconocimiento del mérito, búsqueda de la excelencia, cosmopolitismo compatible con la preservación de los patriotismos nacionales, predominio de la condición de ciudadano sobre cualquier pertenencia identitaria y validez de determinados fundamentos éticos inamovibles de dimensión trascendente.

Dado que las modernas democracias son regímenes de opinión, esta confrontación, buscada y planteada de manera explícita y sin complejos, tiene como objetivo la sustitución de un marco mental por otro en la conciencia de una mayoría de ciudadanos. Si se consigue dicho propósito, las elecciones reflejarán este cambio de weltanschauung de millones de votantes, que transferirán consecuentemente su sufragio a opciones en consonancia con su concepción del mundo.

El debate entre sumar votos renunciando a convicciones o defender las convicciones renunciando a los votos, es muy antiguo y en general los argumentos en uno u otro sentido suelen ser de parte interesada

El problema es que para llevar adelante este combate con probabilidades de éxito hay que disponer de un sólido bagaje teórico, de un profundo conocimiento de la Historia y de un excelente manejo de los instrumentos dialécticos necesarios porque el bando adversario ha adquirido una ventaja considerable desde hace bastante tiempo. La labor a la que Cayetana Álvarez de Toledo llamaba a su partido no es para nada cómoda e implica en muchos aspectos navegar contra la corriente y contra las encuestas, camino que a los profesionales de la política se les hace muy arduo. De hecho, el debate entre sumar votos renunciando a convicciones o defender las convicciones renunciando a los votos, es muy antiguo y en general los argumentos en uno u otro sentido suelen ser de parte interesada. Mi opinión personal, fruto de una larga experiencia en política, es que si se abandonan los principios para conseguir votos, la probabilidad de quedarse sin votos y sin principios es peligrosamente alta.

No se conoce quién es el principal speech-writer de Casado, pero su intervención en la última Junta Directiva Nacional del PP indica que ha tenido que emplearse a tope para contrarrestar los argumentos de la portavoz saliente en su rueda de prensa ante las puertas del Congreso. Imágenes como ‘no hay que marcar perfil hasta convertirlo en arista’, ‘no debemos utilizar palabras como puños’ o reflexiones del tipo ‘sin convicciones no se puede ganar, pero sin persuasión tampoco’, ‘hemos de evitar el error fatal de pensar que para defender convicciones hay que cavar trincheras’, ‘el Partido Popular no tiene vocación de minoría indomable, sino de mayoría imbatible’, revelan una buena pluma, pero reflejan un cierto acobardamiento frente a un oponente que actúa como un enemigo despiadado.

Lineas rojas infranqueables

Cuando se sientan en el Parlamento gentes que pugnan por destruir la Nación a la que supuestamente representan o desempeñan ministerios personajes siniestros que auspician medidas liberticidas que la arrastrarían al totalitarismo y a la miseria, caben dudas sobre la conveniencia de evitar el choque directo. Una de las cuestiones imprescindibles en esta hora amarga de España es despertar a los españoles de la alienación aletargada en la que los tienen sumidos medios de comunicación audiovisuales tremendamente potentes manejados desde La Moncloa y no parece posible sacarles de su sopor hipnotizado sin blandir unas cuantas aristas lo suficientemente cortantes, soltar algunos puñetazos lo bastante contundentes y trazar algunas trincheras que marquen líneas rojas infranqueables. Para que la persuasión, obviamente necesaria, haga su efecto, hay que conseguir que el potencialmente persuadido esté en condiciones de escuchar las palabras del persuasor y unos buenos redobles de tambor que alerten sus oídos pueden resultar de lo más oportunos.

Volviendo al discurso de Casado, es una gran verdad que si uno se queda en las alturas de las musas sin bajar al teatro, no habrá función, pero si sale a escena desprovisto de la inspiración previa de las sabias deidades, el público abandonará la sala en búsqueda de mejor entretenimiento. Pedro Sánchezno tiene a Talía, pero tiene a Iván Redondo. Casado contaba con Clío, su libro y su trompeta, y la ha apartado de su lado. Cuesta imaginar a Cuca Gamarra o a Ana Pastor, coronadas de laurel y tañendo la lira, en el papel de Calíope.