Isabel San Sebastián-ABC
- Fracasada su intentona de liderara la izquierda, Iglesias intenta impedir que gobierne Ayuso, privándola de aliados
Pablo Iglesias está desesperado. Solo así se comprende que haya cometido el error de mandar a sus hordas bukaneras a reventar a pedradas un acto de Vox en Vallecas, para, acto seguido, grabarse un video con el jersey de ‘pobre’ culpando a las víctimas de haber buscado la agresión por ir a hacer campaña a un barrio obrero. El mismo día en que se hace pública la cantidad que reclama en concepto de indemnización tras abandonar voluntariamente la Vicepresidencia del Gobierno, 5.316 euros mensuales del ala, su señoría de Galapagar, uno de los diputados más desahogados del Congreso, a tenor de su declaración de bienes, se atribuye la propiedad del distrito que abandonó para mudarse a un chaletazo y tiene
la desvergüenza de usurpar la voz de unos vecinos que, en caso de poder trabajar, no tendrían derecho a paro si dejaran su empleo por decisión propia. Ni siquiera sus televisiones amigas han comprado semejante bazofia, lo cual ha desatado su ira, llevándole a reiterar su deseo de controlar la información que se emite. Si por él fuera, ya lo dijo, únicamente verían la luz las noticias que superaran el tamiz de su censura.
Pablo Iglesias está desesperado. Se vio obligado a liderar la candidatura madrileña porque se le rebelaron los súbditos y ahora las encuestas le dicen que, en el mejor de los casos, quedará en quinta posición, por detrás de Más Madrid, cuya representante le hizo una educada peineta cuando se ofreció a encabezar una lista de salvación. A medida que se acerca el día de las elecciones sus pronósticos se ensombrecen, lo cual, dada su inconmensurable soberbia, debe de resultarle sencillamente insoportable. De ahí la justificación obscena de una violencia previamente incitada a través de redes sociales manejadas por sus afines, su frustración evidente y también su interés por amarrarse una suculenta pensión, no vaya a ser que al final se quede compuesto y sin poltrona.
Pablo Iglesias está desesperado. Fracasada su intentona de capitanear a la izquierda, sus esperanzas se centran en impedir que gobierne Ayuso. Y para lograrlo, su mejor opción es dejar fuera de la Asamblea a la formación de Abascal y así propiciar que, aun ganando con holgura, la presidenta popular no obtenga los 69 escaños que brindan la mayoría absoluta. Visto que, según todos los sondeos, su mera presencia en la contienda no basta para conseguir ese objetivo concentrando el voto de centro-derecha en el PP, ha optado por la provocación, a ver si algún incauto de Vox entra al trapo y responde a las pedradas liándose a puñetazos. De momento, para su desgracia, la estrategia ha pinchado en hueso. La única violencia que se ha visto es imputable a la extrema izquierda, los madrileños ejercemos con orgullo nuestra libertad, seguramente el próximo estudio reflejará el crecimiento de Vox y ellos habrán demostrado que sin piedras no son nada.