Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 1/2/12
La experiencia con mediadores internacionales no invita a lanzar las campanas al vuelo todavía
El presidente del Gobierno recibió ayer en la Moncloa al líder del PNV, Iñigo Urkullu, unos días después de haberse reunido con el lehendakari, Patxi López. La gestión de la situación creada por el anuncio de ETA de renuncia a la violencia está en la agenda de estos encuentros, que han puesto de manifiesto la existencia de diferentes puntos de vista entre el Ejecutivo de Rajoy y los interlocutores del presidente, particularmente en lo que concierne a la política penitenciaria. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, apeló ayer en el Congreso al consenso de los demócratas, pero hoy por hoy existen diferencias con socialistas y peneuvistas sobre lo que concierne al acercamiento de etarras presos y la reinserción. El PNV y el PSE manifiestan unas prisas que no siente el Gobierno.
Los movimientos políticos han coincidido con la presencia en el País Vasco de la denominada comisión internacional de verificación del alto el fuego, no reconocida por el Gobierno. Los integrantes de este grupo aseguran que han tenido contactos con ETA y que la banda les ha garantizado que su compromiso de abandonar la violencia es irreversible. Al mismo tiempo, la comisión ha restado importancia al hecho de que los etarras sigan con actividades clandestinas, incluido el mantenimiento de arsenales.
Está bien que el mensaje transmitido sea que ETA mantiene su decisión de abandonar la violencia, a pesar de que se resiste a disolverse. Mucho mejor eso que lo contrario. No obstante, la experiencia con mediadores internacionales invita a no lanzar las campanas al vuelo todavía, pero sobre todo a no bajar la guardia.
Jesús Eguiguren, el presidente de los socialistas vascos, cuenta en su libro ETA. Las claves de la paz el desarrollo de las diferentes reuniones con la banda. En las conversaciones mantenidas en Oslo entre el 11 y el 15 de diciembre del 2006 las cosas fueron de manera pésima. Los papeles de ETA sobre ese encuentro confirman lo acertado de la pesimista impresión de Eguiguren, para el que todo estaba ya roto en aquel momento.
Sin embargo, el presidente del PSE muestra su sorpresa cuando los suizos que actuaban de mediadores calificaron el encuentro de positivo. «Supongo que era su obligación», comenta un resignado Eguiguren. El coche bomba que estalló en Barajas quince días más tarde revela la falta de fundamento de la percepción optimista que tenían los mediadores del Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanitario. O dicho de otro modo, de la enorme capacidad de equivocarse que mostraron los observadores internacionales en un momento clave. La propia ETA, recuerda Eguiguren, dijo en aquella cita que no quería romper el proceso. «Mera falacia», apostilla el presidente del PSE.
La situación, en lo que concierne al terrorismo etarra, es positiva. No podía ser de otra manera después de casi treinta meses sin atentados en España y de haber obligado a la banda a renunciar a la violencia. ETA, sin embargo, tiene que dar el paso de desaparecer, porque su mera existencia es una amenaza latente. Y debe desaparecer sin exigir contrapartidas.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 1/2/12