ABC 06/06/17
· Expertos explican a ABC cómo creen que Occidente debería combatir el yihadismo para evitar su propagación
Los dos últimos atentados en Inglaterra están haciendo replantear la lucha de Occidente contra el terror yihadista. El ataque del pasado sábado en el Puente de Londres, el más reciente de una larga lista que incluye sangrientos golpes en Mánchester, París, Niza, Berlín y Estocolmo, ha llevado a la primera ministra británica, Theresa May, a rechazar que las cosas vayan «a continuar como hasta ahora». May ha denunciado la tolerancia de la que han disfrutado los extremistas islámicos y apunta medidas como poner coto a los contenidos yihadistas en internet, la reforma de los planes antiterroristas y penas más duras.
· Ignacio Sell
«Ganaremos la batalla si somos capaces de que estos jóvenes sientan como suyos los principios de convivencia»
Ya en 2014, tras conocerse un vídeo en el que el periodista estadounidense James Foley era decapitado por un encapuchado con acento londinense (que resultó ser un británico de origen kuwaití), el entonces primer ministro, James Cameron, tomó plena conciencia de que parte del problema estaba dentro del Reino Unido. En aquel momento adoptó medidas para dificultar los viajes a Irak y Siria, pero, a la vista de lo sucedido después, han resultado insuficientes.
«La respuesta al terrorismo yihadista es de naturaleza global y está claro que hay que atacarlo tanto desde el frente interior como exterior, así como de un tercero, el ciberespacio», señala Carola García-Calvo, investigadora principal del Programa de Terrorismo Global del Real Instituto Elcano. En la dimensión interna, indica que, junto con las estrategias contraterroristas que tratan de proteger a los ciudadanos y perseguir a los terroristas, es necesaria la «prevención de la radicalización violenta». Se trata de «ofrecer un proyecto de una sociedad más inclusiva o cohesionada» que impida que ante una crisis de identidad se busquen respuestas en modelos contrarios a los valores de la sociedad que los albergan. García-Calvo reconoce que en esa línea no se han conseguido hasta ahora los «resultados esperados», por lo que aboga por seguir analizando la forma en que los potenciales terroristas asumen esas ideas.
En este sentido, advierte de que «el fenómeno cambia muy rápido» y tiene «gran capacidad de mutación». En los últimos tiempos está muy marcada por las redes sociales, que permiten que los terroristas «lleguen a perfiles de personas que antes no estaban en el radar». La investigadora del Real Instituto Elcano también aboga por campañas para sensibilizar a los ciudadanos para que participen en la «detección temprana» del terrorismo y alerten de comportamientos extraños en su entorno o en las redes sociales.
Carola García-Calvo vincula la ola de atentados en Europa con el retroceso en efectivos y en territorio de Daesh en su autoproclamado «califato» en Siria e Irak. A su juicio, «se ha lanzado a la ofensiva ante la pérdida de estatus». Sin embargo, considera que no solo está la respuesta militar, sino que hay que actuar «en origen» para evitar que los yihadistas se hagan fuertes, propiciando «la mejora de las condiciones de vida en esos países y llegando a acuerdos de cooperación para mitigar los problemas intrínsecos».
El director del Centro de Atención a Víctimas del Terrorismo y Prevención de la Radicalización de la Universidad Camilo José Cela, Ignacio Sell, ve necesario analizar «con humildad» los «errores en los procesos de integración de las comunidades islámicas en nuestras sociedades». Se refiere a «los sistemas educativos, a la dignificación social y laboral, junto a la realidad multicultural que, sin lugar a dudas, marca la estructura de las sociedades del siglo XXI». Sell aboga por buscar los valores que «una vez nos llevaron a la modernidad: igualdad, libertad y fraternidad». «Si somos capaces de que estos jóvenes sientan como suyos estos principios de convivencia y nosotros aprendemos a actuar en consecuencia, ganaremos la batalla al extremismo», asegura.
Uso quirúrgico del Ejército
También Manuel Muñiz, decano de la Escuela de Relaciones Internacionales del IE, cree que, junto al uso «quirúrgico» de la fuerza militar, «el problema es más profundo cuando uno analiza el origen último de la radicalización de poblaciones musulmanas», que implica «cuestiones de desarrollo económico y de justicia social que van a tardar generaciones en resolverse».
Para Muñiz, «las redes sociales son un arma de doble filo». Si bien «ofrecen canales de comunicación y de difusión de ideas a los yihadistas», indica que «también nos ofrecen herramientas para mapear su presencia y comportamiento» y «en algunos casos sirven para anticipar atentados, gestionar sus consecuencias, comunicarse con las personas afectadas y otros».
Los expertos coinciden en no emplear de forma habitual recursos excepcionales, como las tropas en la calle. «Si se prolongan en el tiempo, dejan de ser disuasorias», señala García-Calvo. Aunque «los ataques producen alarma social», cree que medidas como «uso de las fuerzas armadas dentro de las fronteras de un país» o la «reducción de derechos civiles» deben reservarse a «casos de inseguridad extrema», apunta Manuel Muñiz.