Editorial, EL CORREO, 21/9/12
Lo último que necesita la sociedad catalana es que la Generalitat tense la cuerda de sus relaciones con el Gobierno central
La reunión entre el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, y el de la Generalitat, Artur Mas, sirvió para confirmar que las intenciones del segundo se encuentran muy lejos no ya de lo que el primero está dispuesto a ceder si no de las posibilidades del Estado constitucional para amoldarse a los objetivos convergentes. Sería falsear la verdad describir la situación como si Mas no pudiera renunciar a su estrategia de ‘pacto fiscal o Estado propio’ y Rajoy tuviera en su mano moldear el Estado autonómico introduciendo una cláusula de excepcionalidad solo para Cataluña y sin garantía alguna de que ello sirviese para rebajar la pulsión independentista. El ‘president’ rehusó ayer reorientar sus demandas hacia la revisión del sistema de financiación autonómica considerando insuficiente la oferta de Rajoy y fuera de la realidad que parece dibujarse en la política catalana. Pero el gobierno de la Generalitat y las fuerzas parlamentarias que secundan su posición -ERC e ICV- saben que la realidad a la que tienen que hacer frente son las gravísimas dificultades por las que atraviesa la financiación de su autogobierno. Dificultades que se incrementarán si la Generalitat opta por tensar la cuerda de las relaciones institucionales con el Gobierno central ante una Europa expectante, cuando la reactivación se pospone y no se disipan las dudas sobre la solvencia de España y en especial de Cataluña. La sociedad catalana necesita que sus instituciones operen durante los próximos meses y años en condiciones de máxima estabilidad. Necesita, de manera urgente, contar con los instrumentos de financiación que la Administración central ponga a disposición de las comunidades en apuros, incluidos los presupuestos generales del Estado. Mas ha decidido someter la falta de resultados de su reunión a la consideración del Parlamento catalán la próxima semana. Es muy probable que tras ello proceda a convocar unas elecciones anticipadas de cariz plebiscitario, a las que los nacionalistas concurrirían con la ventaja de haber trazado un camino sin retorno. Pero la estratagema de endosar a los demás la culpa de todos los males que padece Cataluña y de los problemas a los que se enfrente resulta tan falaz que a la postre se volverá en contra de quien la emplee.
Editorial, EL CORREO, 21/9/12