Francesc de Carreras-El Confidencial
- El 70% de los españoles considera que las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno influirán «poco o nada» y tan solo un 22% cree que mucho o bastante
Quizá lo más intrigante de la situación política española es el empeño de Pedro Sánchez en que el PSOE sea derrotado en las próximas elecciones. Desde luego no desperdicia ocasión. Sin ir más lejos, esta misma semana.
En efecto, en los últimos días mucho se ha hablado en los medios del debate sobre el estado de la nación. Sin embargo, según el sondeo de Metroscopia, el más respetado instituto de opinión desde hace muchos años, tal debate fue seguido con interés por tan solo por el 9% de los ciudadanos, con algún interés por el 24% y con poco o ningún interés por el 67%. La falta de sintonía entre los españoles y sus representantes es, una vez más, evidente.
Pero de este completo estudio de opinión, que puede leerse en la web de Metroscopia, también interesa destacar que, si coincidimos en que el problema económico principal es la inflación, es decir, el aumento de los precios, el 70% de los españoles considera que las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno influirán «poco o nada» y tan solo un 22% cree que mucho o bastante. Peor es todavía la consideración de que dichas medidas mejoren la economía de los hogares: el 88% considera que poco o nada y solo el 10% que mucho o bastante.
Este es el parecer de los ciudadanos, muy distinto al de los diputados de los partidos de la coalición de Gobierno, visto el súbito entusiasmo con el que se levantaron de sus asientos en la cámara y aplaudieron las propuestas económicas del presidente con el mismo fervor que un hincha del fútbol ovaciona a su equipo cuando marca un gol en el último minuto y salva la eliminatoria. ¡Los partidos, la democracia en los partidos, este grave cáncer de la política!
Pero la misma respuesta de los ciudadanos, en contraste con la vehemente euforia de los diputados gubernamentales, es la de los economistas. Ayer mismo, en este periódico, Luis Garicano criticaba severamente la mala orientación de la política económica española y nos ilustraba con razones muy claras y cifras contundentes, coincidiendo su diagnóstico con el de la Comisión Europea, según la cual «España será el último país europeo en recuperar su nivel de PIB anterior a la pandemia». Y añadía Garicano: «Chipre, Grecia y Portugal tendrán superávits primarios en 2023, pero España seguirá necesitando endeudarse para pagar las nóminas y pensiones del mes siguiente».
Pero la semana política no acababa ahí. Faltaba el inicio de un plato fuerte que, por el momento, tendrá continuación a fines de mes: la famosa «mesa de diálogo» entre los gobiernos español y de la Generalitat, aunque no está claro, a la vista de lo sucedido ayer en el congreso de Junts, si estos seguirán en el Gobierno con ERC o decidirán romper la coalición, con lo cual, la política catalana entraría en un tiempo nuevo, aunque siempre está el PSC para decantar la situación con tal de que los independentistas sigan mandando.
Pues bien, un día antes de esta novedad en la ya inestable situación del Gobierno catalán, se reunieron durante una hora y 45 minutos Pedro Sánchez y Pere Aragonés con tal acordar la convocatoria formal de la mesa. La portavoz del Gobierno español dijo a la salida que la reunión había sido cordial y positiva, términos habituales y diplomáticos en ese tipo de encuentros. Pero, a continuación, Aragonés dijo algo mucho más sustancioso y que indica hacia dónde pretende conducir las cosas ERC en esa famosa mesa.
Téngase en cuenta que ERC es un partido con principios, en concreto, su fin principal y que nunca ha ocultado es conseguir la independencia de Cataluña. Zapatero no se lo creyó, pensó que al «tocar moqueta» los de Esquerra llegarían a pactos razonables y ahí empezó el acuerdo —en el que insistía el PSC— para elaborar el nuevo estatuto de Cataluña. La tomadura de pelo fue colosal y ahí empezó la última fase del llamado «problema catalán» y, a continuación, la primera fase del ‘procés’, que todavía sigue aunque a algunos no les interese reconocerlo.
Pues bien, ERC no ha cambiado de objetivo y lo sostiene con claridad. Lo dijo Aragonés el viernes pasado, a la salida de su entrevista con Sánchez, desde su embajada en la librería Blanquerna, en la calle Alcalá de Madrid. Estas son sus palabras:
«El proceso de negociación no trabaja en el corto plazo (…), conviene ‘acabar con la represión porque es una piedra en el camino de la resolución del conflicto político’ y existe la ‘voluntad de comenzar a abordar la ‘desjudicialización’, dar forma a los primeros acuerdos parciales para el fin de la represión y la criminalización‘. Pero esta carpeta, la de la ‘desjudicialización’, es solo uno de los primeros pasos (…), una vez se llegue a acuerdos en ese sentido habrá que abordar la raíz del conflicto, dar respuesta a la voluntad amplia, sólida y transversal de la ciudadanía [catalana] y votar si somos un estado independiente (…). Mientras la ciudadanía no pueda decidir en libertad el futuro político, estamos lejos de resolver el conflicto».
Por tanto, resumiendo, la finalidad de la mesa de diálogo es resolver el (supuesto) «conflicto», no otra cosa más coyuntural. Y, en el entretanto, de forma inmediata, se debe partir de las siguientes bases: a) no hay diálogo, sino «negociación»; b) aplicar la ley por parte de los jueces es «represión» y acusar de delito a quienes, según indicios racionales, los han cometido, «criminalización»; c) hay acuerdo en «desjudicializar» la situación de los acusados por haber cometido, supuestamente, delitos o faltas; d) Cataluña tiene el «derecho a decidir» su futuro político, la única manera de resolver el «conflicto».
En lo inmediato, el aspecto de más interés está en el curioso término ‘desjudicialización’, que no se encuentra en los diccionarios, ni en los de castellano ni en los de catalán. Utilizar este término es grave, indica que los políticos no deberían estar sometidos al control judicial, es decir, los españoles no gozaríamos de los mismos derechos ni deberes: los políticos catalanes pertenecerían a una clase privilegiada. Otro día trataremos más a fondo esta cuestión, quizá los que la utilizan no saben siquiera qué es un Estado de derecho. O quizá sí.
Como decía el filósofo Andrés Rábago, ‘El Roto’, en una de sus irónicas viñetas: «En el océano político el rumbo es lo de menos, lo importante es no soltar el timón». Eso sucede en España y en Cataluña: sea como sea, unos y otros se aferran al timón, no importa el rumbo. El ciudadano se da cuenta y ello explica la desafección a los políticos. Aunque afortunadamente no todos tienen la culpa, solo algunos: no hagamos pagar a los justos las actuaciones de los pecadores.