Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 4/4/12
Si se coloca a infiltrados en ETA, más fácil será hacerlo en el mundo de los antisistema en Catalunya
En Catalunya se discute estos días sobre cómo mejorar el combate contra la violencia urbana. Los graves sucesos ocurridos en Barcelona durante la jornada de huelga general han sido la gota que colma el vaso. Esa clase de episodios han ocurrido ya demasiadas veces y sus protagonistas han acabado con la paciencia de la mayoría de los ciudadanos y los responsables políticos. A la hora de buscar soluciones se mira hacia el País Vasco para aprender de la lucha llevada allá contra la kale borroka.
No son situaciones idénticas, pero hay muchas lecciones que sacar del caso vasco. Hay que recordar que desde 1987 en Euskadi ha habido más de nueve mil actos de kale borroka y que el coste de los daños materiales permitiría haber pagado varias veces el Guggenheim. La etapa más dura fue el trienio 1995-1997, con una media de mil ataques al año. En el 2011 se quedaron en una docena.
Lo primero que hay que tener claro es que no hay soluciones mágicas y problemas de esa envergadura no desaparecen de la noche a la mañana. Hace falta mucho trabajo sostenido durante mucho tiempo Si hay suerte, se va encauzando poco a poco mediante la implicación de todas las instituciones, de los responsables políticos, los jueces, la policía y también la sociedad. En Euskadi, se tardó varios años en sincronizar todas las maquinarias, empezando por la judicial, que no tenía claro cómo afrontar los casos de kale borroka. Los sumarios iban y volvían de la Audiencia Nacional a los juzgados del lugar sin saber a quién correspondían.
El endurecimiento de penas y la exigencia de responsabilidades económicas ayuda a combatir ese tipo de delitos, pero no basta con una reforma legal. Luego hay que aplicar esas leyes y ahí entra la policía. No tanto los antidisturbios, como los servicios de información. Son estas unidades las que tienen que infiltrarse en los grupos violentos, las que tienen que identificar a sus líderes, descubrir cómo se toman las decisiones, cuáles son los mecanismos de coordinación, qué clase de estructura articula a quienes cometen los desmanes. Esa tarea es la base para desmantelar a los grupos violentos. Si ha sido posible colocar infiltrados en ETA, más fácil será hacerlo en el mundo de los antisistema de Catalunya.
Después hay que lograr pruebas suficientes para que los jueces puedan imponer condenas. En el País Vasco, uno de los instrumentos de éxito de la Ertzaintza fue la creación de un banco de datos de ADN. Los policías recogían todo tipo de evidencias en los lugares de los ataques: desde las piedras arrojadas a los escaparates, a los restos de las botellas incendiarias, pero sobre todo capuchas, guantes, bufandas y prendas de vestir abandonadas durante la fuga por los violentos. Extraían trazas de ADN en esos objetos, lo catalogaban y luego buscaban otras muestras para hacer el cotejo. Los ertzainas han seguido a sospechosos hasta que han arrojado la colilla de un cigarro al suelo y la han recogido, hasta que se tomaban una cerveza y recuperaban el botellín o, incluso, hasta que lanzaban un escupitajo. El ADN identificado en esas evidencias se cotejaba con el ADN anónimo de la base de datos y de esa forma se han logrado pruebas incontrovertibles contra decenas de violentos. Hay soluciones, pero requieren una estrategia decidida, tiempo y trabajo.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 4/4/12