Kepa Aulestia-El Correo
La nueva líder de Elkarrekin Podemos, Miren Gorrotxategi, estrenó su candidatura a lehendakari con un emplazamiento insistente a sus homólogas de EH Bildu y del PSE, Iriarte y Mendia, a conformar una coalición de izquierdas para el gobierno de Euskadi tras las elecciones del 5 de abril. El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, no tardó en replicar que la idea parecía «una vendetta» contra el PNV, que podía compartir la izquierda abertzale. La posición hegemónica de un partido, si se prolonga en el tiempo, genera movimientos reactivos. El hecho de que ese partido se mantenga en el poder sobre una base electoral creciente no disuade a sus oponentes de albergar deseos de cambio, sino que puede acentuar su impaciencia. No hay que olvidar que la izquierda abertzale surgió como contestación a la tradición ‘jeltzale’, y que en su seno late el anhelo por sustituir al PNV al frente del país, aunque ello contraste con puntuales aproximaciones soberanistas entre ambas corrientes. Las difíciles relaciones entre ELA y LAB con Urkullu reflejan también esa pulsión. Por su parte, la historia del PSE y del PSOE en su conjunto va unida a la contención de su deseo de orillar al PNV del gobierno de las instituciones vascas en nombre del realismo; en la obligada convicción de que su alianza con el nacionalismo «de centro-derecha» contribuye a la moderación de éste y a su disposición a impulsar políticas más sociales. Es evidente que Gorrotxategi trata de dar sentido a su candidatura apelando a la unidad de las tres izquierdas. En la anterior legislatura la suma de las izquierdas hubiese concedido la mayoría absoluta a su hipotético gobierno por solo un escaño. Según el último sociómetro, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos contarían con 39 parlamentarios sobre 75. Pero no es casual que tanto los socialistas como la propia izquierda abertzale rehúyan el envite ‘morado’. sin duda porque no quieren brindar a Elkarrekin Podemos baza alguna cuando esperan su declive. Aunque hay más. Los socialistas necesitarían una generación que releve a sus actuales dirigentes y militantes para hablar siquiera de una posible coalición de gobierno junto a la izquierda abertzale. Máxime cuando ésta se sitúa por delante. Además las incertidumbres más inesperadas, como el desastre de Zaldibar y el Covid-19, unidas a los desafíos del cambio climático, la migración y la crisis demográfica, ponen cada día en solfa la representación política en una Euskadi en la que casi nadie se dice de derechas y el PNV ejerce de socialdemócrata.