MAITE PAGAZAURTUNDÚA-ABC
- «El Parlamento europeo va a debatir hoy sobre la amenaza para el Estado de Derecho como consecuencia de un acuerdo gubernamental en España. Se visibilizará que pedimos ayuda al resto de los europeos. La izquierda no española posiblemente seguirá la pauta de sus partidos españoles, pero eso no debería desanimarnos. Debemos convencerles de que tan malo es el populismo de derechas como el de izquierdas»
Sin verdad no hay democracia. El juez Marchena no lo vio. No era una ensoñación, era una estrategia híbrida contra el Estado de derecho democrático. En el tiempo de la revolución digital se puede atacar de forma estratégica y masiva, más que nunca antes, a la democracia y a la igualdad ante las leyes, a golpe de mentiras y de irracionalidad. En el tiempo de la revolución digital también los populismos consiguen alcanzar el poder más fácilmente. No retienen sólo el poder con propaganda masiva, o con la habilidad de utilizar los temas y la retórica que más divide; no es sólo calificar –y estigmatizar– a los que no les siguen como malos ciudadanos para intentar crear autocensura y miedo. No es sólo que, para una masa de ciudadanos, la verdad pueda dejar de ser importante porque cuesta distinguir la verdad de la mentira; tal es la desfachatez de los gobiernos fraudulentos en su sustancia, aunque se mantengan las formas como cáscaras cada vez más vacías.
La mentira ayuda a alcanzar el poder y degrada la sustancia de la democracia, pero para consolidar el régimen populista es precisa la depredación de las instituciones y, en el caso del populismo de izquierdas, es necesaria la depredación de la economía productiva. La persecución de los jueces, disimulada o evidente, es clave para toda forma de populismo y la devaluación del principio de igualdad ante la ley, también es común a los gobiernos populistas. Todo esto y más –los privilegios para ciertos territorios financiados por los ciudadanos de territorios menos ricos– está escrito para ser desarrollado en los distintos acuerdos que el Partido Socialista ha firmado con Sumar, ERC, Junts o PNV.
No tenemos el contenido del acuerdo con EH Bildu, pero puedo asegurar que los de Otegi son estrategas sin escrúpulos que no regalan nada, porque aspiran a que caiga el régimen constitucional de 1978. El premio gordo al que aspiran es a que les tengamos que dar la razón por no dejar de matar con la llegada a la democracia.
Las asociaciones de exdelincuentes con motivación ideológica son tenaces porque aspiran a toda la impunidad posible, y a alcanzar o perpetuarse en el poder, pues consideran que sus ideas están por encima de los derechos de los demás.
Pero hay algo más. Hacer las cosas mal e intentar taparlas da mucha energía. Cuanto más sucio y cruel haya sido lo que han concebido, permitido o ejecutado contra las leyes y la libertad de conciencia efectiva, mayor necesidad tendrán de no sentirse miserables ante el espejo. Esa es la motivación subjetiva del poder. Poder reescribir la historia, poder blanquear, poder institucionalizar la mentira por ley. Y ahora ya no hace falta matar para tumbar la democracia. Los de EH Bildu lo saben bien y están muy entrenados en la mentira masiva y la estigmatización de aquellos a los que robaban la libertad desde los tiempos analógicos. Bien, parece que el PSOE de Sánchez ya no puede soltarse de la ruta ideológica y de las alianzas que inició con Rodríguez Zapatero.
La Constitución española no es una constitución militante. Se puede cambiar, pero no se deben aceptar mutaciones fraudulentas que buscan sortear lo que no queremos la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas. En esa operación fraudulenta están, con todos los frentes abiertos. El muro contra más de la mitad del país no es sólo un asunto interno, porque afecta a la calidad del Estado de derecho en la Unión.
El Parlamento europeo va a debatir hoy sobre la amenaza para el Estado de Derecho como consecuencia de un acuerdo gubernamental en España. Se visibilizará que pedimos ayuda al resto de los europeos. La izquierda no española posiblemente seguirá la pauta de sus partidos españoles, pero eso no debería desanimarnos. Debemos convencerles de que tan malo es el populismo de derechas como el de izquierdas. Deberemos tener paciencia y tesón y organizar coherente y pacíficamente la respuesta de la mayoría social, porque no hay nada más victimista que un populista –perdonen el ripio–.
En el Parlamento, en ocasiones, hay intervenciones luminosas. Así fue la del diputado polaco Bartosz Arłukowicz, miembro del Grupo Popular Europeo, en noviembre de 2019. «Vivimos tiempos en los que, para desestabilizar a otro país –dijo– ya no es necesario conducir tanques (…)» y subrayaba que «decir la verdad sobre lo que ocurre» es la manera de resolver bien un problema. Nos pedía darnos cuenta de que «el gran desafío para nuestros adversarios es precisamente la desestabilización y el caos en la Unión». Invocó la estrategia de siete puntos de Gerasimov (exjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa) para desestabilizar otro país y se preguntaba si nos sonaba lo que iba a contar en nuestros países.
Señaló seis de los puntos: la desintegración social, enfrentando a los grupos sociales entre sí; la devaluación de las élites y la sustitución por otras más fáciles de controlar y manipular; la desorganización de la administración estatal; la centralización del poder; el cambio de la historia, el cambio de los héroes históricos, el cambio de la verdad histórica, y la estrategia de la destrucción de la ley.
En septiembre de 2019 empezó a funcionar Tsunami Democrátic en Cataluña, aunque la trama rusa cercana a Puigdemont actuaba desde hacía años. En septiembre de 2019, poco antes del discurso de Arlukowicz, el prófugo Puigdemont, en entrevista con Sputnik, pidió el levantamiento de sanciones a Rusia y la cooperación con el régimen de Putin, así como otro enfoque sobre Ucrania, anunciando su posición si llegara a ocupar un puesto de poder en la Unión Europea. Un puesto de poder, como ser presidente de un nuevo Estado miembro. En aquel momento esa postura sólo la defendían eurodiputados como Thierry Mariani y Gilles Lebreton, del partido nacionalpopulista de Marine Le Pen.
Los tres informes de la Comisión de Desinformación del Parlamento Europeo señalaron los contactos estrechos y regulares entre funcionarios rusos y representantes de secesionistas catalanes en España, señalando la necesidad de investigación y reconociendo que formaban parte de una estrategia más amplia del régimen de Putin para desestabilizar la Unión. Los acuerdos de gobierno pretenden enterrar la injerencia rusa, de años, contra nuestro país; una injerencia obsesivamente antieuropea y antidemocrática con la que ha jugado la tropa de Puigdemont. No va a ser fácil, pero ante los conflictos la calidad moral y política de nuestras posiciones es lo más importante. Y somos más. Esa es la fuerza a largo plazo si tenemos estrategia.
Miren, la verdad es necesaria para la supervivencia. Lo dijo el gran Savater recientemente: no es lo mismo bajar del octavo piso por la escalera que tirándose por la ventana. Esa también es nuestra fuerza. Ánimo.