Síndrome Companys

IGNACIO CAMACHO, ABC 19/03/14

· Imbuido de un designio mesiánico, Mas parece dispuesto a sacrificar la cohesión civil y hasta a su propio partido.

Está iluminado. Todo nacionalismo contiene un alto componente emocional más o menos profundo, pero el peligro de conflicto surge cuando alcanza rasgos visionarios. Le está pasando a Artur Mas. El vértigo de la secesión ha empezado a sacudir a ciertos sectores nacionalistas razonables y a la burguesía catalanista, pero sus llamadas a la sensatez tropiezan con un designio mesiánico. Personas prudentes que han hablado con el presidente de la Generalitat regresan alarmadas y convencidas de que ha traspasado la línea de no retorno. Y sospechan que Pujol el Viejo, megacabreado por el cerco judicial a sus hijos, ha roto amarras con el Estado que otrora ayudó a sostener y a gobernar y se ha echado al monte transido de rencor y de rauxa. Ya no buscan esa salida por la que suspiran los mediadores; han entrado en estado de exaltación rupturista.

Mas, que era o parecía ser un gestor moderado y competente, vive sobre una ola de idealismo mitológico. Se sueña a sí mismo como el libertador de un pueblo cautivo y está dispuesto a inmolarse por la causa. En su ofuscado imaginario político se ve como Companys descalzo ante el pelotón de fusilamiento, un mártir de la emancipación que a falta de enemigos dispuestos a ejecutarlo se ha inventado una expiación colectiva. Una lectura equivocada del descalabro electoral de 2012 lo está empujando a la fuga hacia adelante, a una quimera suicida en la que ya no le frena siquiera la posibilidad de provocar una fractura civil entre catalanes. Parece tan convencido de su misión histórica que considera un precio justo la quiebra de la cohesión social de Cataluña. Mal menor: la independencia como objetivo supremo tal vez requiera algunos sacrificios. Llegado el caso, como sospechan con horror algunos de sus correligionarios, incluso el de su propio partido.

En ese punto de delirio misticista está cada vez más cerca de lanzarse al vacío. Le tienta la estrategia de los hechos consumados, el frentismo radical de Esquerra, la deriva de movilización callejera de la ANC, la aceleración de la épica histórica. Su propuesta de ruptura unilateral ha sembrado el pánico entre muchos de los suyos porque lo ven dispuesto a cualquier desvarío. Sabe que Rajoy pretende aislarlo, obligarlo a descarrilar aguantándole el pulso sin mover una ceja, y tal vez piense en provocar un descalzaperros sin vuelta atrás, un lío irreversible, un incendio capaz de devorar todos los cortafuegos.

Está rodeado de pretorianos talibanizados, imbuidos de ensimismamiento dramático, y cuenta con dos millones largos de ciudadanos, muchos de ellos jóvenes, sugestionados por el mito de la construcción nacional, por el aventurerismo secesionista. Quizá vayamos a vivir meses de tensión creciente. Mas acabará en la cuneta, pero el problema es que no se sabe si antes o después de chocar ni con cuántas víctimas colaterales.