- Tal vez quienes se han tragado con esfuerzo los pactos de Sánchez con los golpistas catalanes o con los herederos de ETA ya no sean capaces de deglutir los detritus de sus enjuagues con la mafia. No hay relato político que pueda blanquear esta acumulación de basura
La imagen de Aldama y Dolset encarados y a punto de llegar a las manos durante el estreno de Leire Díez como nueva vedette mediática merecería ser el cartel de una película coreana de catástrofes: Godzilla vs Kong, Megalodón contra Crocosaurio o, si lo prefieren, Ábalos contra Santos Cerdán: duelo a muerte en el corral socialista. Estamos ante el no va más de la corrupción del sanchismo y lo ocurrido esta semana preludia el ocaso definitivo de este régimen tóxico. Es el meteorito que acaba con los dinosaurios, aunque los dinosaurios crean que pueden seguir pastando por las praderas.
Una organización puede sobrevivir a casos de corrupción entre sus filas, pero ningún partido puede salir indemne de la evidencia de haber conspirado con mafiosos y delincuentes contra los pilares de un Estado democrático. Si además esos socios hampones organizan una guerra de clanes y se desparraman por las tertulias contando las intimidades de sus tratos, la catástrofe se multiplica de forma exponencial; el sanchismo emite hoy más radiaciones tóxicas que el reactor nuclear de Chernóbil. Incluso ha vuelto a aparecer en danza el inefable Villarejo subastando sus insidias al mejor postor.
Ojalá que esta excursión a plena luz del día por las zahurdas del hampa sea la puntilla definitiva a la tolerancia de una parte de la sociedad española hacia los excesos de Pedro Sánchez. Si así fuera, podríamos celebrar que hubiera valido la pena el espectáculo. Tal vez quienes se han tragado con esfuerzo los pactos de Sánchez con los golpistas catalanes o con los herederos de ETA ya no sean capaces de deglutir los detritus de sus enjuagues con la mafia. No hay relato político que pueda blanquear esta acumulación de basura; no hay coartada posible que justifique acabar como compañero de viaje de la fontanera Leire, de Pérez Dolset, de Víctor de Aldama o del comisario Villarejo.
Las habituales protestas del exiguo sector crítico del PSOE esta vez caen en territorio más fértil: los candidatos locales y autonómicos saben que Page acierta en sus sombríos pronósticos, ni los militantes más entusiastas se pueden creer que Madina sea un resentido e incluso los ministros que aún mantienen un mínimo sentido de la realidad permanecen agazapados para que no les obliguen a inmolarse en público en defensa de esta trama.
También magistrados de la mayoría sanchista del Tribunal Constitucional deberían asomarse a las televisiones o las redes sociales y reflexionar sobre la naturaleza de este régimen en el que tienen un papel tan estelar. Acaso en algún momento hayan podido pensar que trabajaban por una causa política y que ello justificaba tirar por la borda su prestigio personal; ahora ya no pueden engañarse con esa ficción, lo que hay es lo que se ve. Si Leire Díez ha sido la fontanera de Sánchez en las cloacas, Inmaculada Galván está ejerciendo esa misma función entre ropones. Tendría gracia que los sesudos y listísimos magistrados del TC fueran los últimos en advertir que le están haciendo el boca a boca a un cadáver.