Rosario Morejón Sabio-El Correo
- Ahmed al-Shara logra el fin de las sanciones a cambio de ser útil para EE UU
Los esfuerzos del yihadista arrepentido Ahmed al-Shara para pulir su imagen y cortejar a dirigentes árabes y occidentales empiezan a resultar. El presidente de la transición siria consiguió una entrevista con el mismísimo Donald Trump en Riad aprovechando la gira por Oriente Próximo del estadounidense. Tan especial reconocimiento desde su acceso al poder, el 8 de diciembre pasado, viene acompañado del levantamiento de las sanciones sobre Siria. La ‘diplomacia del trato’ (‘deal’) del rey del sector inmobiliario se ve subyugada por el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, y la mediación del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. ¿Qué busca la repentina mano tendida del americano? En su lógica imprevisible, a saber. Pero Oriente Próximo, Medio y el mundo ganan con una estabilización siria.
Para el primer viaje oficial al extranjero de su segundo mandato, Trump eligió Arabia Saudí, Emiratos y Catar, con objetivos preferentemente económicos. Perfecta ilustración de la diplomacia del ‘deal’ propia de este presidente, la tourné propició más tratos de los esperados. La entrevista con el interino Al-Shara y el anuncio de la suspensión de sanciones han devuelto la esperanza a la población. Para Trump es toda una apuesta dado el perfil del dirigente sirio, cuyo viejo nombre de guerra, Al-Jolani’ (Al-Golani), plantea serias dudas sobre el futuro de la parte siria del Golán. Anexionada unilateralmente por Israel en 1974, continúa siendo un obstáculo mayúsculo en la perspectiva anticipada por el estadounidense, en Riad, de una normalización entre los dos países.
Al líder sirio, la operación de Trump no le ha pillado desprevenido. Cuando era aún el jefe del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham, desplegó una visión clara del lugar que Siria debe ocupar entre las naciones. Pragmático, más que ideólogo, desde su ruptura con Al-Qaida en 2016 y su posterior toma del enclave rebelde de Idlib (noroeste), Al-Shara ha hecho de «la apertura a Occidente» una directriz que permita a su país desvincularse de Irán y Rusia, socios bajo el reinado de los Assad. Para Patrick Haenni, del Instituto Universitario Europeo de Florencia, el movimiento que busca el dirigente sirio «comparte relato e intereses con los occidentales acerca de la estabilidad regional, los refugiados, los enemigos comunes -Irán y el régimen de El-Assad-, la guerra contra el terrorismo, un cese de hostilidades con Israel y la reconstrucción del país».
Los objetivos estadounidenses para la reconfiguración regional de Oriente Próximo empiezan por debilitar el ‘eje de la resistencia’ patrocinado por Irán. Prosiguen con la lucha contra el terrorismo, especialmente el de Estado Islámico (EI), que Ahmed al-Sharaa combate desde 2014 en Alepo, Raqqa e Idlib. «Un pasado sólido, ¡un combatiente!», le dijo Trump, seguro de que es el líder útil para Washington. Los kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) tienen sus limitaciones: después de seis años no han conseguido acabar con el EI. La protección de todas las minorías, ya se trate de alauíes o de drusos, que impida que actores externos interfieran en esta transición presentándose como sus protectores, es otra de las encomiendas estadounidenses.
El poder sirio es conocedor de la limitación estructural que representa su fragilidad. Por ello siempre ha contrapesado sus relaciones entre los bloques. Consciente de esta vulnerabilidad, Al-Shara no ha cedido a las presiones de los europeos de romper con Rusia. Con el multialineamiento, el dirigente sirio parece jugar también sus cartas, como amenaza habitualmente Trump. La Federación rusa conservará por ahora sus dos bases militares en Siria. Damasco privilegiará su relación con Arabia Saudí más que con Turquía y Catar, apoyos incondicionales de la oposición siria. Decisión estratégica: Bin Salmán, líder del Golfo, tiene las llaves para la reintegración de Siria en el mundo árabe, el dinero, y susurra a Trump. Pero Al-Shara no descuidará sus relaciones con Turquía, su preciado escudo contra cualquier eventual ofensiva israelí.
Las sanciones norteamericanas impedían cualquier ayuda e inversión exteriores en un país exangüe por la guerra civil, por el expolio de los Assad y sus acólitos. El 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. El mantenimiento del castigo condenaba a Al-Shara al fracaso. Para el necesario crédito internacional, el exyihadista defiende una política de ‘cero problemas con sus vecinos’, Israel incluido. Abandona el salafismo por un islam conservador abierto al mundo; promueve una economía neoliberal y seduce con innumerables oportunidades de inversión en las ruinas de su país. En el estilo Trump todos valen como socios, cualesquiera sean sus antecedentes o vínculos con EE UU. Aliados o no aliados, agresores o agredidos, dictadores o demócratas, poco importa. Suerte a los sirios con la diplomacia del ‘deal’ trumpiano.