Ignacio Camacho-ABC

  • La crisis de corrupción está en un punto que exige una decisión valiente para enderezar el rumbo. Se tiene que ir Ayuso

Esto no puede seguir así. El entorno de Sánchez está derivando en una cuerda de presos. Quizá porque la mayoría era carne de cañón abocada a acabar en manos de la Justicia. La selección de personal del sanchismo parece efectuada en el patio de Monipodio. Lógico: cuando Pedro fue sacado a empujones de la secretaría general del PSOE, la mayoría del partido, la de más experiencia y sentido institucional, se alineó con Susana Díaz, y él tuvo que buscarse los apoyos entre militantes de cuarta o quinta fila que atisbaron en su aspiración de revancha una vía de desclasamiento oportunista. Ocho años después, buena parte de ellos está bajo la lupa de la Guardia Civil y los jueces echan el aliento en la nuca del círculo estrecho del presidente y su familia.

Ábalos y Koldo están en la cárcel. Santos Cerdán lo ha estado y tiene pinta de volver a ella. Leire Díaz, imputada por extorsionar a fiscales en nombre de la organización que la utilizaba como ‘fontanera’ para hurgar en las cañerías de una política de fosas sépticas, acaba de ser detenida junto al exresponsable de la SEPI en una operación aparentemente vinculada con adjudicaciones oficiales bajo sospecha. David ‘Azagra’, el hermanísimo, tiene fijado juicio por un enchufe en cierta diputación extremeña. Begoña Gómez sigue imputada en cinco delitos relacionados con el tráfico de influencias. El fiscal general del Estado acaba de ser inhabilitado por el Tribunal Supremo por revelar informaciones secretas.

Junto a esta tormenta penal, el feminismo de izquierdas atraviesa un calvario porque la cúpula socialista aparece envuelta en varios episodios de acoso sexual en el trabajo. Ábalos se rodeaba de una colección de amantes de pago a las que colocaba en empresas públicas y cuyos gastos pagaban ciertos intermediarios a cambio de obtener contratos. Un antiguo alto cargo de la Moncloa y hombre fuerte de Ferraz ha sido acusado por varias mujeres de formular repetidos comentarios rijosos en su despacho. El presidente de la Diputación de Lugo y el alcalde de Torremolinos se encuentran en el mismo o parecido caso, sin que la dirección alcance a explicar por qué ha permanecido cruzada de brazos.

La sucesión de escándalos de corrupción y putiferio han puesto en situación límite al Gobierno, al que sus socios han retirado el apoyo para aprobar leyes, convalidar decretos o sacar adelante los Presupuestos. La parálisis institucional vuelve el horizonte de la legislatura cada vez más incierto; la confianza en el jefe del Ejecutivo se hunde a velocidad de vértigo y la fecha de 2027 queda demasiado lejos para pensar en estirar un mandato en plena crisis de descrédito. El líder insiste en llamar a la resistencia pero entre los suyos se extiende la sensación de que ya no está en condiciones de enderezar el rumbo. Hay que tomar una decisión valiente para salir del apuro. Es imperativo que dimita Ayuso.