SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 08/01/16
· Pedro Sánchez es hombre de natural modesto. Pudo haberse inspirado en su colega francés, François Hollande, o en la tradición de los alemanes, Gerhard Schröder y Peer Steinbrück, pero él no quería darse importancia y se conformó con visitar a su homólogo portugués, António Costa. Menos mal que nos queda Portugal tituló la banda Siniestro Total un disco suyo de cuando Sánchez era todavía impúber.
Seguramente, Sánchez preguntó al primer ministro portugués ¿cómo lo hiciste?, en lugar de preguntar ¿qué harías tú en mi lugar? Costa dio el salto a Passos Coelho. Sacó cuatro escaños menos que Sánchez, aunque el número de escaños en el Parlamento lisboeta es de 230, no de 350 como el nuestro. Los socialistas portugueses ganaron 12 escaños, no perdieron 20 como Sánchez. Sus socios del Gobierno portugués también habían mejorado sus posiciones: 11 escaños el Bloco y uno el Partido Comunista y asociados.
La teórica es sencilla. Se trata de hacer una gran coalición, aunque el concepto difiera ligeramente de lo que por tal se entiende en Alemania. No tiene claro más que un punto del programa: echar a Mariano Rajoy. Tampoco tiene una idea muy precisa sobre sus compañeros de aventura, salvo que sean los suficientes para llevarlo a La Moncloa. Si António Costa le prestara sus 86 diputados en comisión de servicio, alcanzaría con sus 90 los 176 de la mayoría absoluta. Después de todo, nada se parece tanto a un socialista español como un socialista portugués.
Las cosas se complican en la práctica. Izquierda Unida ha visto evaporarse un grupo que tenía 11 escaños para quedarse en dos. La hegemonía de la gran coalición que quiere articular Pdro Snchz residiría en la fuerza en ascenso, los 69 escaños de Podemos, que constituyen el núcleo irradiador en tensión con la seducción de los sectores aliados laterales, como habría dicho el niño de la beca con una de sus fascinantes cursilerías.
Podemos no se lo va a poner fácil, aunque él no se quiera enterar. Él tiene muchas ganas y seguramente aceptaría una declaración de Iglesias de renuncia a incluir la autodeterminación en el programa común, aunque se reafirmara en su vigencia como herramienta de futuro. El problema es si Podemos puede forzar esa mínima concesión en las cuatro coaliciones que lidera. Otro problema reside en la respuesta a la pregunta: ¿para qué querría Podemos apoyar un Gobierno socialista? Es verdad que les tendría en sus manos, algo le contó ayer Costa a Sánchez sobre la negociación diaria que debe mantener con dos socios tan menores. Hacerlo con un socio que te pisa los talones es más complicado. Pero además es una fuerza en alza mientras la suya retrocede. En buena lógica debería interesarle más darle el sorpasso.
La muy probable repetición de las elecciones catalanas aleja el Congreso que exigen Susana y otros barones. El PSOE seguirá su camino hacia la nada, en plan Pasok, aunque Sánchez aún tiene una baza fantástica: fichar a Mas como estrella para las próximas generales. La solución está aún lejos y será mala.
SANTIAGO GONZÁLEZ – EL MUNDO – 08/01/16