Editorial, EL CORREO, 1/10/12
Urkullu aprovechó el Alderdi Eguna para mostrar que el PNV no se verá arrastrado por la efervescencia independentista
La celebración del Alderdi Eguna del PNV permitió ayer a Iñigo Urkullu dirigirse a los miles de afiliados y simpatizantes congregados en Foronda en su doble calidad de presidente del partido y candidato a lehendakari. Lo cual confiere especial relevancia al mensaje que quiso transmitir en un momento crucial tanto por la proximidad de las elecciones como por el debate suscitado con el impulso en Cataluña a un proceso de autodeterminación. Urkullu volvió a demostrar ayer que su opción es la de un soberanismo moderado y paciente en un claro intento de desmarcarse de la efervescencia catalana y de replicar a la competencia directa que la izquierda abertzale supone para el PNV, sin entrar en el juego de su espiral independentista. Se refirió a una nación vasca dentro de Europa y sin subordinaciones impuestas para eludir, por una parte, la mención a un estado propio que alinearía al PNV con la actual CiU, y para evitar, por la otra, dar alas a la campaña de EH Bildu con cualquier expresión de ruptura con el Estado constitucional. La mención a Xabier Arzalluz como referencia de autoridad histórica del PNV le sirvió para recordar a los reunidos en Foronda que el mandato de conciliar convicciones y pragmatismo forma parte de las señas de identidad de la formación jeltzale. Pero ni el compromiso de Urkullu por evitar que su partido se vea arrastrado por dinámicas ajenas o estados emocionales de última hora puede hacer olvidar que el ideario nacionalista será siempre proclive a la construcción de una realidad política separada del entorno español; ni el carácter moderado y paciente que el presidente del EBB está queriendo subrayar de su soberanismo le convierten necesariamente en el eje vertebrador de la convivencia en Euskadi, en la nueva centralidad de la política vasca y mucho menos en el punto de encuentro de una realidad esencialmente plural. Es imprescindible que el conjunto del nacionalismo entienda que la diversidad de la sociedad vasca no es un estadio a superar sino una característica propia de Euskadi a la que no puede verse obligado a renunciar en nombre de una identidad más nítida o de un proyecto de futuro políticamente más inequívoco. La vindicación del derecho a decidir no puede ser el subterfugio a través del que se pretenda simplificar, mediante el correspondiente embudo plebiscitario, la diversidad vasca hasta convertir la identidad colectiva en una marca unidimensional.
Editorial, EL CORREO, 1/10/12