Bernard-Henri Lévy-ElEspañol
Los Angeles. UCLA y USC. Dos prestigiosas universidades californianas. Y dos lugares donde el espíritu maligno del odio antisemita hace estragos desde el 7 de octubre.
Estos estudiantes dicen ser seguidores de la Teoría Francesa y de Michel Foucault.
Pues bien, he venido a hablarles de Michel Foucault tal y como yo lo conocí.
Foucault acababa de regresar desde California. Y ese año, 1975, Foucault fue uno de los primeros, junto con Sartre, en expresar su indignación por la asimilación del sionismo al racismo por parte de la UNESCO.
En el campus del Scripps College, en Claremont, un grupo de wokes se ha indignado porque el autor de Solitude d’Israël había sido invitado. Un profesor de Estudios del Holocausto me cede su asiento para un seminario.
En la reunión, insto a los estudiantes a no ceder a la intimidación. «La República de Israel, esta democracia multiétnica y multiconfesional que setenta y cinco años de guerra no han visto ceder al vértigo del estado de excepción, puede y debe ser defendida, no a pesar de, sino en virtud de vuestras convicciones progresistas».
Noche de elecciones en Stanford, donde enseñaban Michel Serres y René Girard. Una pantalla gigante a mis espaldas, sin sonido. La mirada de los estudiantes me basta para darme cuenta de que Dakota del Sur e Idaho iban con Trump. A medianoche, la trampa se había cerrado: estos jóvenes judíos liberales sabían que ahora tendrían como aliado a un presidente con el que no tenían prácticamente nada en común.
***
Un corto viaje a Toronto, donde está prevista la intervención de Francesca Albanese, la comisaria de la ONU más implacable en sus acusaciones de genocidio contra el Estado hebreo. No quiero dejarle la última palabra. Pero sus partidarios tampoco quieren que yo tenga la primera palabra. Por eso hablaré en un auditorio bajo estrictas medidas de seguridad, protegido por dirigentes estudiantiles preocupados por un posible incidente.
No obstante, tendré tiempo de sobra para decir que sé por experiencia lo que es un proyecto genocida (Bangladesh, Bosnia, Ruanda, Darfur, Ucrania) y que un ejército que, esta misma mañana, organiza el traslado a hospitales emiratíes de 231 niños gazatíes aquejados de enfermedades raras, evidentemente, no tiene nada que ver con tal proyecto.
***
La Universidad de Michigan, en Ann Arbor, es una de las universidades donde el antisionismo que repugnaba a Sartre y Foucault está más arraigado académicamente. Los cursos de Derecho, Historia del cine o de las ideas, Geografía económica, disciplinas científicas, así como Literatura, dan pie a reflexionar sobre Israel y el genocidio, el apartheid o el dominio colonial.
A los miembros de la Junta Directiva, visiblemente abrumados por la magnitud de la marea negra, les digo: «¿Por qué no tomar la palabra de esta gente, invitar a los mejores especialistas del planeta y, con ellos, planificar unos Estudios sobre colonias, apartheid o genocidio verdaderamente excelentes?».
El filántropo Tom Kaplan se siente como en casa en Harvard, y es él quien me introduce en el campus de la Facultad de Derecho. Acaba de conocerse la noticia del pogromo en Ámsterdam. Y, como de costumbre, la música de la negación del Holocausto en tiempo real ahoga las quejas de los simpatizantes que han sido perseguidos, apaleados y arrojados a los canales de la ciudad, pero a los que se acusa de «haber empezado».
Aun así, se preguntan los estudiantes «¿por qué han de ser los hooligans, aunque sean hooligans, los únicos de su especie linchados y pogromizados por ser judíos?».
***
Teoría del día, desarrollada en Columbia, Nueva York, ante un centenar de jóvenes reunidos en la Casa Jabad del campus.
Con el triunfo de la Ilustración, los judíos de Europa y de Estados Unidos habían llegado a disfrutar de una protección incondicional. ¿Qué ocurre cuando se les dice «tenéis derecho a ser protegidos, pero a condición de que no seáis ni gamberros ni demasiado sionistas»?
O cuando, al otro lado, en su discurso de septiembre ante el Consejo Americano Israelí, el presidente electo Trump advierte: «Votadme o seréis responsables de mi derrota y no doy ni siquiera dos años antes de que Israel sea borrada del mapa«.
En ambos casos, la protección debida a los judíos está sujeta a condiciones establecidas por el aspirante a protector. Y aquí, en la nueva Jerusalén que estaban construyendo los Padres Fundadores, se produce una aterradora regresión moral.
***
UPenn es la Universidad de Pensilvania. De todos los lugares de excelencia de la Ivy League, es uno de los que más daño ha hecho esta locura, que incluso ha provocado la dimisión de la presidenta, Liz Magill, incapaz de responder a la pregunta que le formuló el Congreso durante su comparecencia: «¿Llamar al asesinato de estudiantes judíos es una violación de las normas de su institución?».
Escucho a la asamblea de profesores, que han venido a contarme su consternación como grandes eruditos humillados por «matones públicos» (Nietzsche) que interrumpen sus clases con gritos de «Palestina libre».
¿No tuvo también mi generación su ración de aprendices de la Guardia Roja? Sí, los hubo. Pero Benny Lévy, su líder, no era antisemita.
De viaje, con mi amigo el profesor Michael Poliakoff, a las universidades de Ohio, Princeton y Washington. Fatiga. Melancolía. Pero también, como siempre que siento que he hecho lo correcto, esperanza.