Santiago González- El Mundo
EL SEPARATISMO catalán es un espacio privilegiado para el rebuzno. Muy especialmente en lo relacionado con la corrupción. Acuñaron su ‘España ens roba’ en contra de la evidencia y de los hechos. ¿Cómo puede extrañar a nadie que llegados al punto de la evidencia, incluso judicial, sea opinable? ¿Qué son las 546 páginas de la sentencia de la Audiencia de Barcelona frente a un rebuzno en Twitter? Es verdad que en la sentencia hay exposición de hechos, argumentos y considerandos, pero es muy difícil que un juez (o tres) pongan en tantas páginas la misma convicción que Irene Montero, esa gentil y desprejuiciada criatura que Pablo Iglesias puso a pastorear a su Grupo en el Congreso de los Diputados, en un solo tuit.
Pablo, apenas recuperado de sus tres semanas de vacaciones navideñas, dio la consigna: «Nuestra obligación es y seguirá siendo la de rendir cuentas». Y decir la verdad, debería haber añadido. Apenas conocimos la sentencia, ella explicó a los gentiles las complejidades del ‘caso Palau’: «Millet (miembro honorífico de FAES y amigo de Aznar) y Montull pusieron en práctica una estrategia encaminada a disponer ilícitamente de cuantiosos fondos del Palau de la Música. No hay banderas que tapen su corrupción. Hay que construir la alternativa».
¿Qué corrupción? Naturalmente la del PP. Gabriel Rufián hacía justicia intelectual a su apellido por la misma vía: «Millet es amigo personal de Aznar, así que nuestro no es».
Tratándose de rebuznos, había que contar con Pilar Rahola en su columna de ‘La Vanguardia’: «¿Cómo es posible que sólo se haya investigado a CDC, a pesar de saberse los vasos comunicantes que unen a Millet con todos los partidos políticos y especialmente con el PP?».
Entre tanta morralla, un trino de lucidez de Luigi, recreando de rifirrafe entre Maragall y Mas el 21 de febrero de 2005. No es cierto que la acusación presidencial –«Vostés tenen un problema i aquest problema es diu tres percent»– cabrease al jefe de la oposición, que replicó muy calmado: «Bueno, si supone un problema, lo subimos al cuatro por ciento». Eso es todo.