Sobre la marcha

KEPA AULESTIA, EL CORREO 14/12/13

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· El horizonte soberanista no es noviembre de 2014 sino que tiende a situarse en el infinito.

La revelación de las dos preguntas con las que Convergència, Unió, ERC, ICV y CUP desearían convocar un referéndum el 9 de noviembre de 2014 se ha convertido esta semana en un nuevo hito de los que jalonan la ‘vía catalana’. La fórmula elegida de interrogar primero sobre si el votante quiere un Estado catalán y luego sobre si lo prefiere independiente es todo un hallazgo para conciliar las posturas de los propios convocantes; entre quienes ya han dicho que aspiran a la independencia –como ERC y CUP desde siempre y Convergència ayer mismo– y aquellos que esperan la convocatoria real de la consulta –Unió e ICV– para aclarar su opción de voto. Salvada la unidad formal de las cinco siglas, además, mediante una iniciativa parlamentaria que demanda la competencia de convocar consultas para Cataluña, todas las formaciones se disponen a reemprender la andadura sin una ruta prefijada.

La estabilidad que procura el sistema democrático y de autogobierno permite tomar decisiones –o disimular indecisiones– sobre la marcha. La misma corbata con la que uno secunda el proyecto de ley de Seguridad Privada en Madrid sirve dos días después para anunciar en Barcelona que ya veremos si nos conformarnos con el Estado propio o con reclamar incluso que sea independiente. No hay distancia estética alguna entre el pragmatismo cortesano y la épica que reclama justicia por 300 años de opresión. Sencillamente porque la valentía se limita a propiciar que los acontecimientos conduzcan a otro destino seguro al menor coste.

No habrá una consulta legal en 2014, y mucho menos sobre un Estado propio y la independencia para Cataluña. Sus promotores lo saben mejor que nadie. Pero también saben que su iniciativa constituye una poderosa palanca para decantar la opinión de los catalanes hacia la secesión y, de paso, depurar sus propias filas de aquellas actitudes que prefieran algún apaño. La propia noticia de que ya se cuenta con preguntas y fecha ha servido para despejar los temores sobre que la división partidaria pudiera acabar malogrando la aventura.

La sola sensación de que el empeño soberanista haya podido sortear el reclamo de una ‘tercera vía’ confiere a los más entusiastas la energía precisa para alcanzar la próxima meta, aun sin saber cuál será ésta. Siempre en la convicción de que el resto del combustible lo aportará Madrid: por una parte, con financiación de urgencia para evitar el caos en una autonomía en quiebra y, por la otra, con la negativa a dar carta de naturaleza a la convocatoria de referéndum. Una fuente imprescindible de argumentos para enardecer los ánimos de independencia y disuadir a los mediopensionistas de enfriar la cosa.

No solo quienes ayer y anteayer comparecieron para dar cuenta de su compromiso inquebrantable con el derecho a decidir se sienten protagonistas de un momento histórico. Miles y miles de catalanes lo están viviendo así. Poco importa en qué medida se trata de un proceso de autosugestión colectiva, que propicia el aislamiento respecto a cuanto rodea a Cataluña y la introspección identitaria en relación a todos los demás problemas que padecen sus habitantes. La advertencia de Van Rompuy sería un asunto menor porque a nadie se le ocurriría dejar la economía catalana fuera del euro. Como la respuesta de Rajoy fue la esperada ante una dinámica que desborda su impasibilidad.

Qué más da que la consulta no se produzca dentro de once meses cuando ya el jueves pasado, nada más anunciarse su fecha y su doble pregunta, el entusiasmo soberanista alcanzó otra dimensión. La ‘vía catalana’ se muestra imparable. Todo lo demás resulta accesorio. Hasta la frustración se da por descontada en un proceso cuyos protagonistas operan de manera inercial. A estas alturas ni siquiera necesitan convencerse y convencer a los suyos de que se guían por una estrategia premeditada e infalible. Las emociones y los protocolos les hacen creer que más pronto que tarde llegarán al Edén.

Es sorprendente y significativo hasta qué punto el cuidado por la suerte de las propias siglas ha pasado a un segundo plano en la conducta de los dirigentes políticos que animan la soberanía catalana. Sería ingenuo pensar que se trata de una postura desprendida y generosa a favor de un programa compartido con otros. Más bien es el reflejo de una dinámica en la que el cálculo partidario no se muestra como ha sido habitual debido a un descontrol que ha modificado el panorama político hasta la metamorfosis de sus protagonistas.

La expectativa de que el resto del arco parlamentario pudiera continuar beneficiándose de la debacle socialista explicaría en una parte ínfima tan aparente relajo cuando –sin consulta posible en 2014– los partidos catalanes están abocados a un calendario electoral al que, además, podría añadirse la convocatoria anticipada de autonómicas con sesgo plebiscitario. La euforia del momento se truncaría solo con que el espectro partidario continuara más o menos como está. Solo con que ERC se beneficie de CiU, pero moderadamente. Solo con que el trasvase entre las formaciones no nacionalistas acabe neutralizado en sus efectos políticos. Solo con que los escrutinios de europeas, locales, autonómicas y generales se contrarresten a lo largo de los próximos dos años. Porque cabe descartar que en ese espacio de tiempo, elección tras elección, la Catalunya institucional se atreva a proclamarse independiente. Porque el horizonte soberanista tiende a situarse en el infinito.

KEPA AULESTIA, EL CORREO 14/12/13