ABC-IGNACIO CAMACHO

Frente al cabildeo de las alianzas de despacho, la doble vuelta es un modelo mucho más transparente y soberano

QUIEN a pactos mata, a pactos muere. Ahora que le va a tocar a la izquierda sufrir la política de acuerdos que durante décadas ha aplicado contra el PP sin miramientos, los socialistas podrían reflexionar sobre la conveniencia de sustituir ese método de elección por otro más directo. El cambio de procedimiento, que desdeñaron cuando los populares les pedían su consenso, sería mucho más eficaz que esa impostura hipócrita de satanizar a Vox mientras blanquean sin reparo a los separatistas y a Podemos. Estéril queja: si quiere de veras cerrar el paso a los extremismos de cualquier naturaleza, el PSOE tiene desde el Gobierno la iniciativa para promover una reforma del sistema. Y aun siendo perfectamente legítimas las actuales reglas, no hay ninguna fórmula más democrática ni más estable que la de la doble vuelta.

El desplome del viejo bipartidismo es relativamente falso: los partidos dinásticos se han fragmentado pero la bipolaridad política e ideológica sigue expresándose a través de bloques que reproducen el esquema dual de bandos, sólo que de un modo mucho más fraccionario y problemático. Nada impide, por tanto, sino que más bien todo aconseja que sean los ciudadanos –con minúscula– quienes desenreden el panorama que la atomización de la oferta ha complicado. En la clase dirigente existe una acentuada tendencia a corregir la opinión de los electores en alianzas de despacho, siempre propicias al cabildeo clientelar de los intereses partidarios. En democracia, sin embargo, los atascos se resuelven votando. Para eso se inventó el ballotage, el desempate entre los dos candidatos con más respaldo. Un modelo de inspiración republicana, mucho más transparente y claro, en el que los pactos se someten en las urnas al refrendo inapelable del pueblo soberano.

Cuando la derecha era un solo partido (el gran logro de Aznar), soportaba las coaliciones en su contra con resignado estoicismo. El Rajoy de la mayoría absoluta llegó a proponer una modificación legal, limitada a los municipios, y renunció porque no encontró la aquiescencia del socialismo. Lo progresista era birlarle el triunfo al vencedor acopiando poder mediante compromisos multipartitos que a veces eran un auténtico revoltijo. Pues bien, ahí están de nuevo, pero de signo distinto y con Vox como factor decisivo. Los que descubran ahora que se trataba de un sinsentido están a tiempo y en condiciones de proponer la manera de corregirlo. Bienaventurados serán de aquí en adelante los arrepentidos; lo que ya no vale es mudar de criterio con oportunistas efectos retroactivos.

CODA. Este columnista escribe uno o varios artículos parecidos a éste cada cuatro años. Y tiene la desalentadora impresión de que dentro de otros cuatro nada habrá cambiado. Acaso no valga la pena insistir cuando, al fin y al cabo, lo único que interesa a nuestros dirigentes es ir tirando a base de apaños.