Luisa Etxenike, EL PAÍS, 27/12/11
Una encuesta realizada en Euskadi unos días después del 20-N revelaba que la mayoría de los consultados pensaba que la fuerza más votada había sido Amaiur y no, como ha sucedido, el PNV. Creo que es importante interrogarse sobre el cómo y el porqué se ha producido en la opinión pública esa errónea impresión y sobre qué otras falsas impresiones pueden estar igualmente instalándose en la ciudadanía. Tiendo a conectar esta confusión, en concreto, con la extraordinaria presencia publico-mediática de la izquierda abertzale; con la atención que concentra cualquiera de sus gestos. Y tampoco creo que estaría de más preguntarse por las razones, políticas, sociales y hasta emocionales de semejante dedicación, y naturalmente por sus repercusiones.
La técnica fotográfica nos enseña que la sobreexposición no contribuye a la calidad de la imagen, sino al contrario; que los contornos se pierden, los rasgos fundamentales se difuminan, los contrastes desaparecen; que el resultado pierde mucha claridad, nitidez, «verdad», en definitiva, de lo representado. Me parece evidente que en el seno de nuestro debate público demasiados focos están orientados hacia la izquierda abertzale y que su imagen real se ve, debido a esa sobreexposición, profundamente alterada: con partes borradas o difuminadas, perfiles sin contraste; con elementos que deberían ocupar el primer plano que de repente aparecen relegados o disueltos en una especie de plano general, donde ya no se distinguen singularidades.
Y esta parece ser la estrategia fundamental de la izquierda abertzale en este inicio de la etapa posETA: construir primero e instalar después, en la opinión pública y en la memoria, una fotografía de lo sucedido en estos años, hecha equivalencias y generalizaciones; una imagen no de plano corto, sino de plano general, esto es, donde no pueden apreciarse con nitidez ni detalle, las actitudes, posturas y consiguientes responsabilidades de cada cual. En todos los pasos que da la izquierda abertzale se aprecia esa estrategia de llevarlo todo al terreno de la equivalencia y la equidistancia; en su reciente reconocimiento, por ejemplo, del dolor y el sufrimiento que «las múltiples violencias han producido en Euskal Herria», en su muestra de pesar por las víctimas «provocadas tanto por la violencia de ETA como por las estrategias represivas y de guerra sucia de los Estados español y francés».
Considero inaceptable esa presentación de plano de conjunto, de responsabilidades indiscernibles, de víctimas y victimarios confundidos que la izquierda abertzalepretende; inaceptable esa imagen quemada donde ya no se distinguen los rasgos y los perfiles de nada. Creo que la memoria sólo se construye fiable, sosteniblemente, sobre el fundamento de imágenes nítidas, capaces de revelar todos los signos, hasta el último detalle. Y que convendría por ello, en eso y en todo, evitar las sobreexposiciones cegadoras. Feliz 2012.
Luisa Etxenike, EL PAÍS, 27/12/11