Juan Francisco Ferré-El Correo
- El caso de Venezuela está dejando en evidencia ante el mundo al Gobierno de Sánchez
Antes ocurría en Cuba y Nicaragua y ahora también en Venezuela. El fenómeno se llama socialismo real y solo produce miseria y represión. Socialismo real o democracia popular. No hace falta ser politólogo para entender la componenda. Lo real y lo popular funcionan como pretextos para imponer regímenes dictatoriales sobre la realidad y sobre el pueblo. El socialismo real es la forma desnuda de socialismo, la forma más pura y tóxica, como ciertas drogas, de esa ideología.
Si yo fuera un socialista español, me alarmaría con lo que está pasando en Venezuela. Hace mal Sánchez, tan preocupado por su imagen publicitaria, en permitir que lo veamos reflejado de cuerpo entero, a él y a su partido, en el espejo abyecto de Venezuela. Hace muy mal en querer engañar a sus votantes con la coartada falaz de que no hay actas electorales con las que proclamar presidente legítimo a Edmundo González. El sofisma es de escaso nivel intelectual. No hay actas, luego Maduro puede perpetuarse en el poder sin problemas. No hay actas y no podemos reconocer el triunfo de ninguna alternativa al chavismo. No hay actas, por tanto, yo me lavo las manos y ni se te ocurra sacarlas a la luz pública.
El votante de izquierdas que acepte la validez de esta estratagema, un truco o ardid vulgar, o está ciego o es un fanático, no sé qué es peor, y su creencia en la democracia es nula. Como muestra Zapatero, los golpes de pecho democráticos sirven para la política española, donde es necesario jugar el juego institucional sin fisuras, pero en otros contextos se tira la democracia a la basura como un desecho. Son criminales las maniobras socialistas por mantener a toda costa una situación intolerable en Venezuela.
En la neolengua socialista, demócrata significa lo contrario de lo que dice cualquier diccionario escolar. «Socialismo o muerte» fue el lema terminal del castrismo y hoy se traduce en la praxis como o mando yo o no manda nadie. Sánchez lo explicó en la ONU la semana pasada. La verdad es lo que yo diga veinticuatro horas al día, siete días a la semana, según me convenga. Las acusaciones contra mí son bulos generados por los enemigos de la democracia, una confabulación facha contra la regeneración democrática emprendida por mí. En las escuelas de negocios del futuro, sin embargo, se enseñará el socialismo del siglo XXI como la forma más eficaz de hacerse rico sin traicionar, en apariencia, el ideario político. A este paso, no terminaré nunca mi relectura de ‘1984’. Qué farsa orwelliana.