EL CORREO 24/12/12
Tonia Etxarri
Las coincidencias del PSE con EH Bildu pueden servir para presionar al PNV, pero implican un riesgo elevado de que su electorado no las entienda
El relevo del gobierno en Ajuria Enea con el regreso de los socialistas a la oposición está marcando un ritmo contrapuesto y desigual entre los dos partidos, el PNV y el PSE, que fueron socios durante tres legislaturas. Si la llegada de Patxi López a la cabina de mandos no provocó mayor tensión en el PNV que la de empezar a actuar desde el primer minuto como un partido de «contrapoder», los socialistas ahora están experimentando un duro inicio de su travesía del desierto. Las urnas, en Euskadi, les han desplazado al tercer lugar del ranking parlamentario y el bloqueo que está sufriendo el PSOE, con su política de taifas y su crisis de liderazgo con un Rubalcaba cada vez más cuestionado, les afecta directamente a la hora de intentar recuperar la conexión con el electorado perdido.
La situación en la que quedó el PNV cuando el pacto entre el PSE y el PP le dejó en la oposición hace tres años y medio mantuvo a los jeltzales movilizados en torno a la idea de la recuperación del poder, que la tenían prácticamente asegurada porque sabían que su partido seguía siendo el más votado de Euskadi, como ha vuelto a ocurrir aunque con menor apoyo del que esperaban.
Los socialistas de Patxi López, sin embargo, lejos de plantearse una recuperación del Gobierno vasco (han perdido cerca de 100.000 votos y su peso institucional se reduce a ocho ayuntamientos), tienen que afrontar ahora un proceso de renovación interna. Pero cometerían otro error si dedicasen sus próximos congresos territoriales únicamente a la reubicación de cargos y no afrontan el reto más importante en la familia socialista para los próximos años: su proyecto de país. Saber si mantienen la voluntad de ser representantes de mayorías, como les conminaba Felipe González, o van a bajar la guardia ante la presión de las políticas más nacionalistas, como les está pasando en Cataluña.
Cuando se vuelve a la oposición como consecuencia directa de la indiferencia o el voto de castigo de las urnas, el frío que se instala en las noches del desierto puede paralizar los proyectos y obnubilar las mentes que buscan una brújula que los oriente. En Cataluña, de momento, no la tienen. Y en el resto de España, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, sigue paralizado entre su contestación al plan de recortes del Gobierno de Rajoy y su estupor ante el apoyo de sus compañeros catalanes a la deriva nacionalista de Artur Más, rehén de Esquerra Republicana de Cataluña.
En Euskadi, las primeras pistas que han dado los socialistas en la nueva legislatura de Urkullu se han escenificado en dos territorios tan distintos y distantes como Gipuzkoa y Álava. Si los socialistas sólo hubieran coincidido en Gipuzkoa con EH Bildu para sacar adelante los Presupuestos de la izquierda abertzale, podría pensarse, en efecto, que la táctica del PSE obedece a la «idiosincrasia» del territorio. Pero no. Porque, al mismo tiempo que facilitaban las cuentas al diputado Martin Garitano, vetaban los Presupuestos del PP en Álava, como EH Bildu y EB. Al diputado general alavés, que se ve obligado a prorrogar sus cuentas, le falló el PNV al sustituir la inicial disposición a aprobar el proyecto económico por su abstención. Y también los socialistas que, como en Gipuzkoa, volvieron a coincidir con EH Bildu.
«Lo importante es qué se negocia y no con quién se negocia», se defendía Patxi López en las entrevistas para justificar su coincidencia con la izquierda abertzale. Al mismo tiempo que Rubalcaba vetaba en el Congreso de los Diputados a Amaiur para firmar conjuntamente el recurso al Tribunal Constitucional contra la no revalidación de las pensiones. ¿En qué quedamos? ¿Las compañías importan en Madrid, pero no en Euskadi?
La proximidad a la izquierda abertzale, al menos en el País Vasco, es la baza que les queda a los socialistas para presionar al lehendakari Urkullu. Exhiben su coincidencia con esa izquierda, «que todavía no está madura» para garantizar que son un partido democrático más, según sus propias palabras, para conminar al PNV a negociar si no quiere verse en el Parlamento, como el diputado foral alavés, sin Presupuestos. A falta de influencia electoral, marcaje político al PNV .
Con el propósito de evitar que la Euskadi institucional acabe siendo un conglomerado de territorios, en donde el Parlamento sea un organismo más camuflado entre las poderosas diputaciones, los socialistas siguen buscando su hueco para la nueva legislatura. En estos días festivos y sin paga navideña para los funcionarios, el lehendakari tiene sobre la mesa la oferta de los socialistas para revisar la fiscalidad a cambio de facilitar la aprobación de sus primeros Presupuestos. Y en el empeño de provocar una negociación bilateral con el PNV, los socialistas hacen gala de otra alianza con la izquierda abertzale (y van cuatro) para pedir a la mesa del Parlamento que habilite el mes de enero para poder empezar a discutir sobre fiscalidad y empleo.
Son juegos arriesgados en los que se pueden encontrar ventajas a corto plazo, pero que, a la larga, arrojen la pregunta:¿ En qué preciso momento los nuestros dejaron de entendernos? La aprobación de la concesión de la medalla de la ciudad de San Sebastián para ‘Txillardegi’, obviando que fue fundador de ETA y que jamás criticó las fechorías de la banda, son actitudes políticas que provocan desafección en aquellos ciudadanos que, pobres ingenuos, todavía creen que la coherencia es una virtud que se les debe presuponer a los políticos.