Mª Dolores Azpiazu y Francisco Lázaro
Presidenta y secretario general de la Sociedad El Sitio
- La asociación que defiende los valores democráticos del liberalismo se enfrenta a la cuestión de su propio reemplazo humano
Este año se celebra el 150 aniversario de la fundación de la Sociedad El Sitio de Bilbao, el 1 de octubre de 1875. El hecho generacional que dio origen a esta venerable asociación fue la feliz conclusión de su asedio tras la liberación de la Noble Villa por las tropas del general Serrano el 2 de mayo de 1874. Los veteranos del batallón de Auxiliares (herederos de la Milicia Nacional creada por la Constitución de Cádiz) regresaron a sus ocupaciones previas a la guerra: abogados, comerciantes, maestros, tenedores de libros… Conscientes de la trascendencia de lo ocurrido, quisieron inmortalizar su breve pero intensa experiencia en el campo de batalla constituyendo un foro para la defensa de las libertades, los valores del liberalismo y el fomento de la cultura, mediante la organización de conferencias y otras actividades edificantes.
Es ahí donde siguen, después de seis generaciones y no pocos vuelcos de la historia. Esta lección de resiliencia habla de la tenacidad de los grupos que componen la sociedad civil. También dice mucho de la fuerza de la historia, del modo en que los principios e ideales del liberalismo histórico dieron forma al mundo en el que vivimos, del peso de la tradición y la capacidad de algunos grupos para renovarse mediante el mecanismo del relevo generacional.
En 1980 un grupo de bilbaínos, descendientes de los Auxiliares (en los sentidos genealógico y espiritual) se agruparon para reconstituir la Sociedad. Fueron la quinta generación. Precisamente a ellos rendimos merecido tributo en la presente edición del 2 de mayo.
Luego, con el cambio de milenio, vino una sexta generación, la que actualmente sostiene la Sociedad El Sitio y continúa llevando a cabo las actividades que componen nuestro propósito corporativo: mantener viva una tribuna de oradores por la que han pasado algunas de las figuras más relevantes de la vida política y cultural de nuestro tiempo, incluyendo dos presidentes de la Segunda República, un presidente de Gobierno de la democracia, literatos célebres -entre ellos el difunto Mario Vargas Llosa-, embajadores, artistas, bilbaínos ilustres y hasta un antiguo ministro alemán. Y todo ello no al servicio de siglas políticas ni banderines de enganche ideológicos, sino en pro de los valores democráticos de la tolerancia, la libre expresión, la autonomía moral del individuo y el progreso de la sociedad civil.
Es inútil decir lo importante que es mantener el modo liberal de ver y hacer las cosas, en un mundo que parece darlo por sentado mientras se entrega a todo tipo de excesos al servicio del populismo más burdo y los intereses de camarillas que florecen a la sombra de partidos políticos, Estados nacionales, grandes empresas y organizaciones de todo tipo regadas con el dinero público. Lean los periódicos o asómense a los informativos de televisión para darse cuenta de dónde nos aprieta el zapato.
Nadar a contra corriente: he aquí el desafío cotidiano de quienes resuelven vivir para la libertad de conciencia y palabra, convencidos de que la cultura, una buena formación y las tribunas libres son el único modo de evitar que la demagogia, la desinformación y la propaganda se apoderen del mundo.
Decir que son tiempos complicados estos en los que nos toca vivir es quedarse corto. En menos de dos meses, el río de la historia ha entrado nuevamente en ese tramo de rápidos torrenciales que se produce con cada cambio de era. Y hay que aceptarlo así: la llegada del orden mundial multipolar, la crisis medioambiental, el envejecimiento de la población… Al hacer inventario de todos estos problemas que nos apartan bruscamente de la zona de confort en la que vivíamos, mucha gente se siente flaquear. Pero como no podemos dar marcha atrás a la historia, no hay más remedio que seguir adelante.
Ese es precisamente nuestro propósito. Como asociación, El Sitio se enfrenta hoy a la cuestión de su propio reemplazo humano. Los socios envejecen. Cada año algunos van causando baja -por la triste e involuntaria causa de su propia defunción- y la gente joven no parece muy interesada en participar.
Sin embargo, mirando hacia atrás, somos optimistas. Estamos seguros de que tarde o temprano, una nueva generación tomará el relevo, del mismo modo que nosotros lo hicimos hace años. En algunos casos, entonces, sin saber siquiera lo que El Sitio representaba. Simplemente nos sentimos arrastrados por la magia del pasado, el peso de la tradición y el ejemplo de aquellos auxiliares que, con gesto forzadamente solemne, hoy parecen mirarnos desde amarillentos daguerrotipos, con sus grandes boinas tocadas por borlas y un viejo fusil al costado. El legado permanece. Tal y como hoy lo vemos, es misión de la Sociedad El Sitio preparar el terreno para que algún día recoja el testigo un relevo generacional.