EL MUNDO – 31/07/15 – SANTIAGO GONZÁLEZ
· Artur Mas, el increíble hombre menguante de Cataluña, se reunió ayer con la alcaldesa de Barcelona, una mujer enormemente expandida a partir de sus capacidades. La reunión fue un éxito para las partes. Colau anunció su apoyo anfitrión a la manifestación del 11-S y su «absoluta lealtad institucional» a Artur Mas. En justa correspondencia, el presidente reconoció la deuda que la Generalidad tiene hacia el Ayuntamiento barcelonés, 20 millones por la Ley de Barrios, que han de sumarse a los 35 que ya había reconocido anteriormente.
Reconocer no es pagar, ojo. Por otra parte, el arte de pedir se está sustanciando en la técnica del endoso. El Ayuntamiento de Barcelona pide a la Generalidad como la Generalidad pide al Gobierno de la Nación. A esto se le llama «deuda histórica», un fenómeno extravagante según el cual, España es deudora (histórica) de todas sus autonomías. Y esto es así en un país en que los reclamantes consideran que España no es otra cosa que la yuxtaposición confederal de sus partes. Todas las autonomías de España son acreedoras de una instancia que es pura entelequia.
Cuando Maragall empezó con estas tonterías en el momento estelar de Zapatero, uno creyó que no llegaría muy lejos, que el relativismo de las palabras no podía aplicarse a los números y la suma de las partes de un todo no puede superar el cien por cien. Pero esto ya no es así desde que el becario Errejón redefinió la suma de los números enteros en una impresionante tribuna de El País, al establecer que la suma cero era una operación en la que todas las partes perderían.
Aquí llegamos a la clave del entendimiento entre Mas y Ada Colau. La hipotecada que jamás tuvo hipoteca es una criatura del hereu de Jordi Pujol. «Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas», dijo en una aplicación rigurosa de las enseñanzas del maestro. Todo Sócrates alimenta intelectualmente a su Platón. Pónganse en lo peor cuando a la platona Colau le suceda su Aristóteles.
Además, ambos tienen a Rajoy, el verdadero responsable de que España tenga una deuda histórica con Cataluña y de que Cataluña tenga otra con Barcelona. Esto sucedía el mismo día en que este diario daba noticia de que Cristóbal Montoro, esa suegra consentidora, va a aflojar a Mas-Colell 17.225 millones en concepto de financiación, 1.861,8 millones más que en 2015, la comunidad que más crece con un 12,12%. El Gobierno debe de considerar que esta munificencia suya reduce al absurdo la desazón nacionalista. Tal vez sea, al contrario, una demostración práctica de que quien no llora, no mama y la cosa tenga sus epígonos.
La platona Colau aplaudía a su síntesis de Sócrates y American Dad: lo único preocupante «es que el PP insista en plantear el ejercicio de la democracia como una cuestión de orden público», una frase como para alimentar a un congreso de psicoanalistas lacanianos. El problema es que estos tipos sigan ensayando un golpe de Estado como si fuera el ejercicio de la democracia.